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ruso Dimitri Mendeléyev fue el creador, en 1869, de la primera versión de la popular tabla periódica de los elementos. Desde entonces han surgido una infinidad de variantes que facilitan el conocimiento y la memorización de los compuestos químicos a los estudiantes. Una de las más prácticas es la que propone el ingeniero Keith Enevoldsen: una tabla periódica basada en objetos de nuestro día a día para explicar los elementos químicos. ¿En qué consiste?
Aplicaciones reales
¿Qué relación tienen los elementos químicos con el mundo real? Esta es la pregunta que se hizo el norteamericano Keith Enevoldsen. De ahí que decidiera diseñar una tabla periódica que reflejara los usos que tiene cada elemento en el ámbito cotidiano.

En ella, cada elemento químico va acompañado no solo de su nombre, su símbolo y su número atómico. Además, aparece junto a los datos habituales una ilustración que permite conocer qué objetos contienen ese elemento. De esta forma, los estudiantes relacionarán, por ejemplo, el tungsteno con las bombillas, el sodio con la sal o el potasio con las frutas y hortalizas.
Asimismo, la tabla está dividida en colores que se corresponden con los diferentes grupos químicos: alcalinos, alcalinotérreos, carbonoideos, nitrogenoides, anfígenos, halógenos y gases nobles. Además, se especifican el estado de cada elemento (líquido, sólido o gaseoso) y el lugar habitual en el que se encuentra: la corteza terrestre, la naturaleza o nuestro cuerpo humano.
Memoria y relación de conceptos
Con este recurso, los alumnos comprenden el porqué del estudio de los elementos químicos y cuáles son las aplicaciones que tienen estos en su día a día.

Además, ya no se limita el aprendizaje de los compuestos químicos a la memorización y la aplicación de reglas nemotécnicas. Así, con esta propuesta, los estudiantes pueden poner en práctica también su capacidad para relacionar conceptos y entender el funcionamiento del mundo.
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