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talia, dividida en varios Estados desde la caída del Imperio Romano, inicia su movimiento unificador desde el reino del Piamonte, que arrebata el control de los reinos del norte a Austria con la ayuda de Francia. Tras esta primera fase, Garibaldi encabeza un levantamiento popular que conquista los Estados del sur, proclamándose el reino de Italia en 1861, aunque el Véneto y los Estados pontificios no se conquistan hasta 1866 y 1870, respectivamente. Aún así, Italia sigue aspirando a la conquista de los territorios irredentos del norte y del litoral adriático, en manos de Austria.
Alemania emprende su unificación de la mano de Prusia y su astuto canciller, Otto von Bismarck, que sabe inclinar la balanza a favor del proyecto de la Pequeña Alemania, que excluye a Austria de la unificación al dejarla al margen de la unión aduanera (Zollverein) de la Confederación Germánica. Una guerra contra Austria lleva a la unificación de los Estados alemanes del norte en 1866, y tras la victoria en la guerra franco-prusiana y la anexión de los territorios de Alsacia y Lorena en 1870, los Estados del sur son incorporados a la Confederación. En 1871 se proclama el II Reich (Imperio) Alemán, con Guillermo I de Prusia como káiser (emperador). Supone la aparición de una potencia económica, aventajada en la segunda fase de la Revolución Industrial y en manos de la burguesía conservadora.