Respuestas
Respuesta:
la leyenda de la garita
Explicación:
san Juan de Puerto Rico es una ciudad asomada al mar. Una de sus características más peculiares es el hecho de estar rodeada de viejas fortificaciones que la salvaguardaron del constante ataque de los piratas. El Castillo de San Felipe del Morro o el Fuerte de San Cristóbal son solo dos ejemplos de los muros que se sitúan entre el océano y el centro histórico, el Viejo San Juan.
De estas atalayas militares sobresalen las siluetas de las garitas, lugares en los que los centinelas se apostaban para vigilar día y noche tanto el mar como la ciudad. En ellas se fraguó la conocida Leyenda de la Garita del Diablo, una de las más conocidas y populares de la capital portorriqueña.
Cuentan que en aquella época los soldados que se colocaban en las garitas se lanzaban mensajes unos a otros para no quedarse dormidos durante la noche. Al grito de «Centinela Alerta» el siguiente vigilante debía contestar «Alerta está», y así sucesivamente todo el recorrido de garitas por los fuertes de San Juan.
Sin embargo había una de estas garitas, situada sobre un acantilado profundo en el extremo de la bahía, muy separada del resto. Había que gritar bien fuerte para que su inquilino contestara. Una noche se encontraba en ella el soldado Sánchez, al que llamaban popularmente Flor de Azahar por el color blanco de su piel. El compañero de la garita más cercana le gritó repetidas veces la señal de «Centinela Alerta», pero Sánchez no contestó en ninguna de ellas.
Nadie quiso acercarse en toda la noche a ver qué le había pasado a Sánchez para que no contestara. Nada más salir el sol fueron hasta la garita y apenas encontraron el fusil, la cartera y el uniforme del soldado. Jamás volvió a saberse de él…
Desde entonces a aquella garita se le conoce como la Garita del Diablo. Algunos, para quitarle temor al asunto, dicen que Sánchez se escapó aquella noche con Diana, una mestiza muy hermosa a la que amaba en secreto. Algo que posiblemente nunca se sabrá.
Lo que sí es cierto es que Flor de Azahar nunca contestó a las señales de alerta de sus compañeros de garitas.