• Asignatura: Castellano
  • Autor: eimygomezmunoz
  • hace 2 años

¿Hasta qué punto es la arquitectura arte según Martha Thorne?

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Respuesta dada por: Natypi
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Sobre el Premio Pritzker y la difusión de la arquitectura. Entrevista con Martha Thorne, directora ejecutiva del premio

A.R.C.H.I.V.O C.Ó.D.I.G.O 17.03.2021

Iñaki Herranz

Con motivo de la reciente asignación del Pritzker —al despacho francés Lacaton & Vassal—, recuperamos una entrevista con la directora de estos prestigiosos premios.

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El Premio Pritzker es considerado como el Nobel de la arquitectura. Desde su primera edición en 1979, ha sido un galardón de referencia para conocer las propuestas más innovadoras a nivel mundial, con el que han sido reconocidos arquitectos de la talla de Luis Barragán, Zaha Hadid, Norman Foster o Rem Koolhaas, solo por mencionar algunos.

Desde entonces, este premio ha servido como un termómetro para conocer los intereses creativos que permean varios proyectos arquitectónicos alrededor del mundo, en muchas ocasiones, respondiendo a las circunstancias y problemas de su contexto inmediato.

Desde el 2005, Martha Thorne ocupa el cargo de Directora Ejecutiva del Premio Pritzker, cuya labor está respalda por su formación en la Universidad de Pennsylvania y la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo, así como por su trabajo como curadora en el Art Institute de Chicago.

Con motivo de su visita a México, platicamos con Thorne sobre su trayectoria e inicios como curadora, algunos temas relacionados con la arquitectura en México y el futuro de los proyectos arquitectónicos en las ciudades.

Martha Thorne. Retrato

Martha Thorne. Cortesía de la Escuela de Arquitectura y Diseño del IE Madrid.

—Se suele hablar de tu papel como directora ejecutiva del Premio Pritzker o como decana de la IE Architecture of School and Design en Madrid, sin embargo no es frecuente encontrar una mención a tu carrera temprana, por ejemplo como curadora en el Art Institute de Chicago. ¿Qué nos puedes contar acerca de tus inicios profesionales?

Mi carrera no siempre ha ido por caminos estándar y eso remonta a la universidad. Yo cursé lo que llamaban entonces una carrera especial de Estudios Urbanos [en la State University of New York en Buffalo, y más tarde una maestría en «City Planning» en la Universidad de Pensilvania] y no era una carrera tradicional de economía, geografía o arquitectura, sino la combinación de asignaturas de distintos departamentos y escuelas. Eso fue posible porque era una universidad grande, muy abierta, innovadora y porque yo era un poco rebelde: no me gustaba seguir las reglas establecidas. Esa forma de ver otro camino más amplio, a veces por necesidad y a veces por deseo, me llevó a España. Ahí me di cuenta que la figura del urbanista no existía como en Estados Unidos: tenías que ser o arquitecto o ingeniero o geógrafo. Me acerqué entonces más al mundo de los arquitectos, fue cuando España estaba abriéndose al mundo y yo me involucré en publicaciones, artículos y revistas. Esa comunicación de la arquitectura me llevó a ser la primera directora de una galería de exposiciones del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo en Madrid.

Todo es un poco lo mismo: comunicar la arquitectura, el diseño, es casi como un proyecto arquitectónico, pues hay que establecer objetivos, estudiar, hacer toda una investigación previa y luego buscar la forma de comunicar con múltiples públicos y no solo la comunidad de los arquitectos. En los cuatro años que estuve en ese puesto, conocí a muchas personas de museos, centros culturales, etcétera. Realizamos en Madrid una exposición que venía de Chicago sobre Mies Van der Rohe y sus discípulos. A raíz de eso, cuando se abrió una plaza en el museo, me llamó el curador en jefe ofreciéndome enviar mi CV y conseguí una plaza: me fui a Chicago y así fue como entré al mundo de la curaduría.

—Respecto a tu formación como urbanista queda muy claro, viendo los premios Pritzker de los últimos años, que has intentado imbuirle la importancia de pensar la arquitectura hacia el exterior, en su contexto, no nada más el edificio aislado.

Pero hay que recordar que en el jurado del Pritzker no tengo ni voz ni voto. Lo que sí es interesante es que veo un cambio de mentalidad en el Pritzker: una evolución natural del punto de vista de los miembros del jurado y los que se incorporan. Es cierto que donde sí puedo incidir un poco es en que viajamos una semana larga cada otoño y no nos limitamos a ver edificios contemporáneos: intentamos empaparnos del contexto. El premio Pritzker considera esos dos objetivos: la calidad de la obra construida, a la par de la arquitectura al servicio de la humanidad, y eso alienta más conversaciones ahora que cuando se fundó el premio.

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