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Respuesta:Si en Nicaragua existe un reducto donde se mantiene viva la herencia indígena con su cúmulo de tradiciones y costumbres, ese es la comunidad El Chile en el departamento de Matagalpa.
Aquí sus mujeres, fundamentalmente, muestran con orgullo su herencia indígena, por lo que hacen de su pasado motivo de inspiración en el presente.
En este sentido El Chile es conocido como el hogar de los tejedores, con una presencia en el cultivo del algodón y posterior empleo en el tejido desde los tiempos previos a la conquista española. Testigo de ello es la conservación de algunas piezas ceremoniales en este pequeño pueblo.
A las mujeres tejedoras se les conocían en el pasado como “manteras” y gracias a ellas prevaleció la costumbre de usar tejidos fabricados en sus telares artesanales frente a la avalancha de ropa importada de otros países como Reino Unido, principalmente, a partir del siglo XX.
En El Chile no se dejó de tejer, las manos de las mujeres fabricaron las más hermosas telas con paciencia y esfuerzo hasta 1950, fecha aciaga que marcó la prohibición implantada por el régimen somocista para el cultivo, hilado y tejido de algodón y otras telas.
Aunque todavía hoy no se pueden explicar las causas ciertas de esta contradictoria medida muchos aseguran que su objetivo fue debilitar la cultura indígena, al tiempo que obligaba a los hombres y mujeres de la localidad a brindarse como mano de obra en los campos de los terratenientes vecinos al quedarse sin trabajo y por consiguiente sin sustento.
El silencio de los telares duró más de tres décadas, pues no fue hasta el triunfo revolucionario sandinista que en El Chile revivieron las manos de las tejedoras, hacia mediados de los años 80.
Entonces se impuso rescatar la memoria pues con tantos años de prohibición esta herencia se fue perdiendo. Afortunadamente quedaba una mujer que recordaba la manera de tejer de su abuela, y gracias a este recuerdo que pervivía, así como la ayuda de una argentina nombrada Marta Ruiz se pudo entrenar a un grupo de jóvenes, primero con telares de cintura tradicionales y luego con telares de pedal importados de Europa.
De esta manera y con el apoyo del Gobierno Sandinista nació el grupo identificado como Telares Indígenas Nicaragua, hoy con más de dos décadas de fundado, el cual a pesar de ser un proyecto que impulsa el rescate cultural de una de las riquezas indígenas identitarias de Nicaragua también se convirtió en un negocio próspero y autosustentable, además abrió el camino para otros grupos de tejedores en la comunidad.
En este sentido, sus productos muestran como característica principal su sencillez y la utilización de colores suaves, que los distingue entre los que se producen en otras regiones de Centroamérica, por ejemplo en Guatemala donde las tonalidades son más brillantes.
Las participantes en el proyecto, que ha devenido en cooperativa en la que sus miembros obtienen sus ganancias de acuerdo con su productividad y las decisiones se toman de manera colegiada, prestan especial atención al hecho de compartir los saberes, trasmitirlos a las mujeres más jóvenes de la localidad, a fin de que esta tradición cultural no se pierda y en mantener viva la identidad indígena. También porque es un forma eficaz de empoderar al colectivo femenino y darle una vía de independencia económica.
Otro de los aspectos que resultan sumamente interesantes es el tratamiento de los productos con los que trabajan. Telares Nicaragua privilegia el cuidado del medio ambiente, por lo que las fibras utilizadas proceden de un tratamiento de reciclaje, son el producto final de la ropa vieja que es desentrañada en una planta en El Salvador. De un modo similar tratan las ropas de segunda mano que adquieren.
De ahí que ellas se sientan especialmente orgullosas de darle vida nueva en sus tejidos en sus telares de pedal o sus máquinas de coser a materiales o ropas que otros consideraron inutilizables.
Los productos de Telares Indígenas Nicaragua se pueden encontrar en diversos puntos expendedores de Nicaragua. Sobresalen en sus propuestas los monederos, cosmetiqueras, lapiceras, billeteras, porta lentes, bolsos y mochilas de diversos tamaños y formas, zapatitos para bebés, comaleras, paneras, cepilleras, centros de mesa, alfombras, entre otros. Aquí lo útil se une con lo hermoso, en un abrazo entre herencia y modernidad.