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La región vertebrada por la cordillera de los Andes en contraste con Mesoamérica fue el escenario de uno de los intentos de dominación y unificación política más exitosos de toda la América precolombina. Se trata de lo que hoy se conoce como “imperio de los incas”. A diferencia de los logros alcanzados por algunas culturas mesoamericanas que le fueron contemporáneas, como los aztecas o los mayas, el último Estado que se desarrolló en los Andes antes de la presencia europea logró alcanzar la expansión más amplia y vertiginosa que cualquiera de las otras culturas que florecieron en este continente. Como bien señala el historiador mesoamericanista Friedrich Katz: “Los incas desarrollaron formas de integración que hubieran ocasionado la envidia de cualquier administración romana”. (Katz, 1994, p. 41).
3Para este mismo estudioso del pasado mexicano la mayor expresión de dominación en Mesoamérica fue la alcanzada por las ciudades de la Triple Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan). “Se estima que el área que controlaba tenía entre 5 y 15 millones de habitantes; sus 38 provincias abarcaban la mayor parte del centro, el sureste y el suroeste del actual México. Los ejércitos de la Triple Alianza habían llegado a las costas de los océanos Atlántico y Pacífico, pero no obstante estos éxitos, las ciudades de la Triple Alianza todavía estaban lejos de gobernar toda Mesoamérica. Las amplias regiones de los mixtecas y de los zapotecas, que vivían en el área del moderno estado de Oaxaca, y las ciudades-estado mayas de la región sur de Mesoamérica seguían siendo independientes...” (Ibid., p. 35). Lo mismo acontecía con otras regiones, pero de todas maneras el área dominada por este triunvirato de ciudades fue la mayor en relación a territorio y población en la historia de Mesoamérica. Sin embargo, como sostiene este mismo mesoamericanista, el grado de integración que acompañó a esta dominación fue precaria pues sus ímpetus fueron limitados por temer el surgimiento de algunos levantamientos. De aquí que considere que en esta región no es apropiado hablar de la existencia de un imperio.
4Debido a esta falta de integración, en Mesoamérica no se ve el caso de una ciudad como el Cusco que pone de manifiesto la presencia de un exacerbado centralismo, ni el de un sistema económico redistribuido o de una infraestructura de carreteras y funcionarios tan dependiente del control estatal. Por otro lado, en el plano conceptual, siguiendo las premisas comparativas de Henri Francfort (1965) en su estudio sobre las monarquías divinas de Egipto, Mesopotamia e Israel, se podría decir que aquella que desarrollaron los incas estuvo más cercana a los dioses, mientras que la de los aztecas, por ejemplo, más a los hombres. Aunque me falta mucho por investigar, me da la impresión que mientras los aztecas tuvieron que recurrir a sacrificios humanos masivos para evitar que el sol se detuviese, en el caso de los incas fue el monarca el que cumplió con esta dinámica realizándola con el apelativo de “Pachacuti”. Correspondientemente, fue en relación a la salud, muerte o coronación de este último que por lo general se asociaron los sacrificios humanos masivos.
5Aún más interesante es notar que algunas fuentes, como El Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno del cronista indio Felipe Guaman Poma de Ayala, lo representan bajo un esquema conceptual muy semejante al modo como los chinos representaron al Tao y los egipcios al faraón. Se trata de un modelo dual donde el monarca aparece mediando entre dos principios opuestos y complementarios que aluden a una mitad alta denominada en quechua “hanan” y otra baja, conocida como “hurin” (ver láminas i y ii). Como tal el inca aparece como un principio metafí-sico que tiene como cualidad paradigmática esencial la unidad. Correspondientemente uno de sus epítetos es “sapan”, que quiere decir el único.
2 “Cay cari cachon cay uarmi cachon” según Lafone Quevedo (1950) puede ser traducido como “Sea este (...)
6Esta posición que Guaman Poma le otorga al inca es muy semejante a la que el cronista indio Juan de Santa Cruz Pachacuti le otorga al dios Viracocha, en su condición de divinidad suprema, en una representación cosmológica que según este cronista existió en el altar mayor del templo del sol o Coricancha (ver lámina iii) En este caso la unidad esencial de esta divinidad devendría en lo que Eliade llama coincidentia oppositorum por ciertos atributos andróginos que son sugeridos por las dudas que se ciernen en torno a su sexo.
Explicación:
corona por favor
espero haberte aydado :)