Día 3: miércoles
25/05
Plan Lector: Luz de salud:
“La parábola bola luminosa”
Autora: Luz Flor de María Ramírez Ojeda (Lima, 26/09/1964)
En un lugar alejado del ruido de la ciudad, vivía Salvador, un niño de diez años.
Una noche, soñó que jugaba en un círculo de niñas y niños de distintas edades, con ropa de distintos colores. El juego consistía en lanzarse una bola muy luminosa desde la altura del corazón.
Cuando la bola luminosa llegaba a su niño-destino, a este se le iluminaban los laditos oscuros de su vestimenta y cambiaba de color a una combinación de su color con el del niño que le lanzó la bola y ambos brillaban más. Así, por ejemplo, si un niño azul le lanzaba la bola luminosa a otro rojo, este se volvía morado.
De esta manera, las niñas y niños no permanecían de un solo color, sino que iban cambiando de color constantemente. Pero siempre brillaban más y más. Inclusive, había niñas y niños vestidos con matices de un color; por ejemplo, había azul noche, azulino, azul celeste, azul cielo serrano, azul cielo amazónico, azul costeño, azul playero…
Así que ¿se imaginan la cantidad de combinaciones de colores que se formaba en la ropa de las niñas y niños?
… ¡Infinitos! Asustado, Salvador despertó y corrió a la cama de su abuelo Saturnino, quien siempre tenía una explicación porque era tan viejito que sabía mucho de la vida. Don Nino, luego de escuchar el relato del sueño, conversó con el niño así:
—Nieto mío, la luz que todas las personas proyectamos hacia afuera es producto de la luz interior. Lo que soñaste lleva una enseñanza.
—Pero, abuelo, ¿cómo se forma esa luz interior en las personas? ¿Qué enseñanza tiene mi sueño?
—La luz interior se forma con las ideas, creencias, valores, emociones y sentimientos que cada uno tiene. Estos elementos mentales generan una química que forma esa luz interna que se proyecta en actos y actitudes hacia nosotros mismos y los demás.
—¿Una química, abuelo? ¿Cómo es eso?
—Nos comportamos producto de nuestras ideas, valores, sentimientos y demás elementos que te he mencionado. Al actuar, generamos la producción de ciertas hormonas en nuestro cuerpo. Yo te voy a mencionar como ejemplo las que se llaman “el cuarteto de la felicidad”: la oxitocina, la serotonina, la endorfina y la dopamina.
—¿El cuarteto de la felicidad?
—Sí, mi niño. Cuarteto porque son cuatro y son importantes porque la felicidad te mantiene con salud.
—A ver, me vas a tener que explicar luego eso de las hormonas, abuelo. Ahora dime ¿qué enseñanza crees que tiene mi sueño?
—Pues, que cada uno da lo que tiene…dentro. Hay que cuidar, enriquecer, hacer bonita nuestra luz interior para que nuestra bola luminosa sea también bonita, con mucha energía y ayude a la otra persona a la que llegue, para que brille más. Ello ayuda a que estemos sanos y a la salud de los otros.
Algo más, abuelo, ¿qué significa que cada niña o niño tenía un color distinto?, ¿por qué no había dos iguales y sí matices de color?
—Porque cada ser humano es diferente al otro; mira que al combinarnos —o sea, al convivir— nos influimos entre todos, como la combinación de colores. Por eso, todo lo que hacemos o decimos a otras personas no solo influye en ellas, sino en todos a la vez. Al lanzarles nuestra bola iluminada a otros, podemos ayudarlos a variar los colores de su vida, a brillar y a sanar
Reflexionamos:
¿Qué colores regalamos a los demás cuando nos relacionamos con ellos y qué significa para nosotros cada color que damos?
¿Qué acciones llevaremos a cabo este año para cuidar y conservar nuestra salud y la de nuestro medioambiente?
Creamos
Escribe todo lo que decidas anotar sobre lo que pensaste, sentiste, planificaste y asociaste, al disfrutar “La parábola de la bola luminosa”.
“La parábola de la bola luminosa”.
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