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Un sueño no es un capricho, no es un deber, no es un dogma. Es “eso” que llevás dentro de tu alma que te empuja a vivir, que te llena, que te hace ser completo, que te motiva a vivir de verdad, a querer estar y sentirte vivo. Es aquello que, al aferrarte a él, te anima a vivir. Tal vez es un respiro hondo frente al mar, tal vez es encontrar el amor verdadero, quizá, encontrar la verdadera amistad, dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos… ¿quién sabe? tantos, tantos y tan distintos son los sueños… Sin embargo, en algo se asemejan, en algo se unen todos los sueños en uno: el poder de la fe que en ellos recae. Si creés, se puede. Sí, es cierto, si creés, si realmente lo creés y luchás por ello, se puede. Aunque te aferres a una hoja de hiedra, se puede.