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Las elecciones federales de México de 1988, referidas también como el proceso electoral federal 1987-1988, se llevaron a cabo el miércoles 6 de julio de 1988. Desarrolladas bajo la dirección de la Comisión Federal Electoral —y siendo las últimas a su cargo—, con ellas se renovaron ambas cámaras del Congreso de la Unión —500 diputados y 64 senadores— y se eligió un nuevo presidente de la República. Los comicios se efectuaron en el marco de nuevas regulaciones electorales que permitían una mayor participación de la oposición en los propios procesos electorales y una mayor representación en la Cámara de Diputados. Sin embargo, estas reformas también trataron de asegurarle al partido gobernante desde 1946, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la mayoría absoluta en la Cámara y otorgar al gobierno federal el control total de la organización electoral.
Los cambios en las normativas institucionales demostraron que el PRI ya preveía un resultado «conflictivo» en estas elecciones. Por otra parte, el Código Electoral Federal de 1986 supuso un incremento de poder del partido hegemónico en la autoridad electoral y alteró la unión que tradicionalmente mantenía con los partidos paraestatales, facilitando la creación de la coalición opositora Frente Democrático Nacional (FDN) y representando la primera ocasión desde 1946 en la que el candidato presidencial priista era postulado únicamente por el propio partido.[2]
Mientras se realizaba el cómputo de los votos se reportó un fallo en el sistema encargado de reportar el conteo de los sufragios a medida que se realizaban. Antes del fallo, se suponía una ligera ventaja para el candidato del FDN Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano por encima del candidato priista Carlos Salinas de Gortari, y del candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Manuel Clouthier. Al restaurarse el sistema, Salinas de Gortari se impuso como ganador con el 50.36% del voto válido, contra el 31.12% de Cárdenas y el 17.07% de Clouthier.[3] El incidente, conocido como "caída del sistema", provocó acusaciones de fraude en la elección del Presidente de la República.[4] Mientras que la mayoría de los procesos electorales desde la llegada al poder del PRI habían sido denunciados como fraudulentos,[5] esta fue la primera ocasión en la que hubo una auténtica expectativa de un triunfo opositor, y la legitimidad electoral del partido gobernante se vio, por primera vez en su historia, cuestionada de manera seria.[6]