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1. Practicar mindfulness
Esta técnica, heredada de prácticas meditativas y convertida en una herramienta secular, ayuda a centrarse en el momento presente, algo esencial para controlar la ansiedad que tiende a anclarse a un momento del pasado o el futuro. “Con ella puedo regular la atención y dirigirla a un estímulo determinado. Hay un punto de intencionalidad, y se puede generar. Cuanto más centrados estemos en el presente y en las cosas que para mí son valiosas, mejor”.
La conciencia corporal, el foco en la respiración y la atención sobre aspectos sutiles, como el aire entrando y saliendo de las fosas nasales durante unos minutos, son el punto de partida para este tipo de entrenamientos.
2. Detectar y mantener emociones positivas
“No va tanto de generar más (emociones positivas), sino que las que suceden, sepamos sostenerlas sin boicotearlas”, cuenta Alvear. Como concluyen él y Cebolla en su texto: “No se busca alargar las positivas exclusivamente desde una perspectiva hedonista, sino como medio para lograr una mente equilibrada y virtuosa”.
Entre las actividades que recomiendan para lograrlo están realizar algún tipo de voluntariado, encontrar la belleza de la naturaleza, y rememorar el tiempo que se pasa con los seres queridos o con amigos. Pero también un buen libro, una película o una conversación.
Como ejercicio proponen detenerse al final del día durante cinco minutos, coger libreta y lápiz y apuntar tres cosas buenas que se hayan experimentado a lo largo de la jornada. Tras escribirlas, dedicar 20-30 segundos a saborear cada una de ellas.
3. Recuperarse de emociones difíciles
¿Cuánto tiene que durar la ansiedad provocada por el hecho de que nos den un golpe en el coche? “Engancharse a ese asunto una semana supone estar más irritable, rendir menos o ser más agresivo. Este comportamiento no es adaptativo, y hay que reducir su impacto”, indica Alvear, que advierte que hay que evitar cortar emoción; la clave está en regularla.
“Cuando las tendencias de respuesta ya se han iniciado se intenta modular la emoción, a través de la intervención sobre los componentes experienciales, conductuales o fisiológicos”, expone en su texto. Hacer ejercicio físico, respiración profunda o relajación son algunas de las técnicas para lograrlo.
4. Trabajar la bondad, la amabilidad y la empatía
Tanto Alvear como Cebolla sugieren que trabajar la bondad como conducta prosocial, altruista y compasiva es el eje de la salud mental. “No es algo nuevo, de esto ya se hablaba en la Grecia clásica. El hecho de estar atentos a los dilemas morales cotidianos que tenemos y hacerlo alineado con lo que moralmente es adaptativo en cada situación es importante”, recomienda el psicólogo. Se trata de poner en marcha conductas de amabilidad y empatía, siempre con base altruista, algo que también se entrena.
Una de las propuestas es realizar cinco actos bondadosos aleatorios en un solo día de la semana a cinco tipos de personas: Un compañero de trabajo, un familiar, una persona neutral, una incómoda y alguien desconocido.
5. Activar nuestro yo compasivo
Según dice Alvear, “somos un subgrupo de personalidades, y nos interesa potenciar el yo compasivo”. Por ello, es importante tomar conciencia de qué tipo de subpersonalidad se activa cuando aparece la ansiedad.
Se anima a revisar sucesos y cuestionarse quién dirigía, qué sentía, qué apariencia tenía, qué fortalezas le guiaban, dónde y cómo se representa en el cuerpo, qué narración o diálogo lo acompaña. Posteriormente, se repite este planteamiento pero imaginando que ha sido dominado por la parte compasiva.
Explicación:
¿Me darias corona?