• Asignatura: Historia
  • Autor: vitelliagustina8
  • hace 2 años

Cómo influenciaron las ideas mercantilistas en las Trece colonias?​

Respuestas

Respuesta dada por: glojamagu1782
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Respuesta:La disputa en torno a la política comercial tuvo un papel decisivo en la independencia americana. De hecho, el hastío de la clase dirigente de las trece colonias con respecto al dominio británico tuvo su principal origen en la política fiscal y de regulación comercial de la corona británica. Hasta muy entrado el sigo XVIII, los ciudadanos de los enclaves ingleses se consideraban a si mismos súbditos leales a la corona británica. La pertenencia al imperio anglosajón era una situación que llenaba de orgullo a los habitantes de Norteamérica. Hay quienes incluso aseguran que el sentimiento de lealtad al imperio estaba socialmente más arraigado entre estos que en la propia Inglaterra. Hasta la década de 1760, el norteamericano promedio se sentía relativamente cómodo bajo el dominio inglés. [1] La política económica de los feudos trasatlánticos del Rey de Gran Bretaña era concebida en la capital inglesa, Londres, sin que esto represente mayor inconveniente para la casta política de los asentamientos coloniales norteamericanos. Esta situación empezaría a cambiar recién a raíz de la crispación política desatada por las medidas restrictivas del comercio que adoptaría el gobierno británico a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.[2]

Mediante el control del comercio con sus colonias, el gobierno de la metrópoli se aseguraba el suministro de materias primas a muy bajo coste, al mismo tiempo que aseguraba un importante mercado para los productos manufacturados en territorio británico. Las Leyes de Navegación (Navigation Acts) vigentes en aquella época no permitían a las colonias mayor intercambio con otras naciones, ni con otros enclaves coloniales de la propia Gran Bretaña. A pesar de ello, estas leyes eran poco respetadas en la práctica diaria de las colonias.[3] El control del ingreso y salida de mercancías en aquel basto territorio constituía una tarea casi imposible.

En 1763, con la firma del Tratado de París, Gran Bretaña finalizó victoriosa una cruenta guerra de siete años contra Francia, enfrentamiento iniciado por la disputa de posesiones territoriales en el territorio norteamericano. Aquella victoria dejó a la corona inglesa con varias posesiones francesas en territorio Norteamericano. Entre ellas, Nueva Francia –hoy Canadá–, la Florida Española, así como los territorios pertenecientes a tribus indígenas al oeste del Río Mississippi. A pesar del resultado triunfal, aquel enfrentamiento tuvo un costo considerable para el gobierno británico, obligado a contraer deudas muy considerables para financiar la asombrosa campaña bélica en defensa de sus trece enclaves ultramarinos.[4] Una vez asegurada la aplastante derrota de las tropas francesas, Londres trazó un nuevo plan de resurgimiento económico dirigido a afianzar su presencia en sus dominios transatlánticos. Una de los principales objetivos era hacer que sean los propios colonos americanos quienes afronten los gastos incurridos por el gobierno de Londres durante la guerra con Francia. De esa manera, los recursos fiscales extraídos del Nuevo Mundo servirían para pagar las monumentales deudas que el gobierno inglés había contraído para llevar a cabo su hazaña bélica contra las tropas de Luis XV. Dicho plan incluía la adopción de tarifas arancelarias y la severa restricción del  intercambio comercial entre las colonias –sobretodo entre las posesiones del Caribe y las colonias norteamericanas–, procurando establecer como intermediarios exclusivos los puertos británicos. De aquella manera se aseguraba que la mayoría de la producción de los enclaves coloniales sea dirigida a Inglaterra, logrando controlar mejor el intercambio comercial en sus dominios. Además, se apuntaba a la eliminación del contrabando proveniente de las posesiones imperiales en el Caribe, las Indias Británica Occidentales[5]. En definitiva, la política oficial de la Corona tenía dos finalidades fundamentales. La primera, asegurarse una fuente de ingresos fiscales para nivelar los gastos incurridos durante la guerra de sietes años con Francia y; la segunda, controlar estrictamente el tráfico comercial de sus enclaves coloniales, asegurando suministro de materias primas a bajo costo y el acceso a los mercados coloniales para sus productos manufacturados. Todo ello al amparo de la visión mercantilista de la época: para solventar el poder económico de la Corona.

Explicación:

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