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Ya se vio que España, en el siglo XVII, proponía una interpretación según la cual el hombre americano era descendiente de antiguos exploradores ibéricos, descendientes de Jafet, uno de los hijos de Noé, que luego del diluvio realizaron exploraciones en el continente europeo, pasando de Cádiz a la todavía no sumergida Atlántida, exploración que los llevó, según la leyenda, al territorio de la actual Cartagena de Indias en el continente americano. Esta hipótesis se apoyaba en el relato bíblico para sustentar pretensiones geopolíticas de la España imperial.
Otras investigaciones, realizadas en épocas más recientes y apoyadas en el carácter científico de los trabajos; es decir, en la sustentación con evidencias de sus conclusiones, han llegado a afirmar que el hombre es originario del continente africano, donde se generó a partir de la evolución de una única rama de los homínidos, denominada homo sapiens sapiens. Conclusión en todo caso provisional en tanto que no hay pruebas de la ocurrencia de otras posibilidades.
Si esta afirmación científica es aún discutible, con mayor razón lo es la cuestión del origen del hombre en América, dado que caben las posibilidades de que haya evolucionado en este continente y sea un producto autóctono. Así mismo, también es posible que grupos derivados del homo sapiens sapiens, originado en África, se hayan multiplicado y recorrido la tierra o navegado hasta llegar al continente americano en fechas aún desconocidas y, una vez asentados aquí se haya poblado América. Estas dos posiciones son sostenidas por las escuelas paleontológicas denominadas autoctonista e inmigracionista.
La posición autoctonista fue propuesta y defendida por el científico argentino Florentino Ameghino quien la formuló a finales del siglo XIX. Sin embargo, tuvo poca acogida y muchísima discusión en los medios académicos de la época.
La teoría de la inmigración sostiene que grupos de hombres llegaron desde el subcontinente asiático al americano a través del mar de Bering, congelado durante la última glaciación, ocurrida hace unos diez mil años, consolidando una franja de hielo de unos 90 kilómetros que unió los continentes y a través de la cual pasaron poblaciones itinerantes que en su deambular fueron ocupando el territorio americano de norte a sur. Hasta ahí, perfecto. Eso quiere decir que cualquier vestigio del hombre en el continente americano desde el norte hasta el extremo sur debería tener edades inferiores a los diez mil años.
El problema radica en que cada vez es más frecuente que en las excavaciones arqueológicas realizadas en diversos puntos del continente se hallen fechas que superan en mucho los diez mil años de la última glaciación. En efecto, varias de las excavaciones realizadas en las costas del pacífico Peruano, en las cercanías de la capital Limeña, han logrado establecer datos de existencia de sociedades, hombres y complejos de habitación con más de 22.000 años de existencia. Entonces ¿estuvo el hombre en el continente americano antes de la glaciación de los diez mil años?. Al parecer sí. Según, Reichel-Dolmatoff:
"Por lo menos en dos ocasiones, una vez hace 40.000 o 50.000 años y otra vez hace 28.000 o 10.000 años aproximadamente, el nivel del mar descendió de tal modo, que la zona de Beringia formó un amplio puente entre Asia y América y fue quizás durante estos periodos cuando pasaron, de un continente al otro, la mayoría de los primeros pobladores. Una fecha conservadora sería de 30.000 años, pero algunos arqueólogos consideran la posibilidad de un poblamiento inicial con magnitud de unos 100.000 años."
Al día de hoy, en pleno siglo XXI, no hay una fecha clara sobre este tema. Baste decir que las evidencias arqueológicas van aportando fechas cada vez más antiguas haciendo obsoletas las teorías mencionadas. Nada más el Parque Nacional Natural de Chiribiquete, ubicado en la zona amazónica entre Caquetá y Guaviare, Colombia, ha aportado a esta datación fechas de arte rupestre cercanas a los 20.000 años de antigüedad.