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Desde principios de siglo fue surgiendo una música particular de Buenos Aires: el tango. En un principio sólo se bailaba y era característica de las zonas aledañas al puerto, pobladas de inmigrantes y marineros. Los prostíbulos y los patios de los conventillos fueron los ámbitos en los que el tango se fue formando y en este sentido la bailarina profesional Mariana Lagable explicaba: «Al principio cuando se bailaba el tango había muchos más hombres que mujeres por la inmigración, las mujeres estaban generalmente en los prostíbulos para que los hombres puedan ir a tenerlas, bailaban entre ellos y él que lo hacía mejor a veces se llevaba a la mejor prostituta en su época, no es muy lindo el origen. Después a medida que fue avanzando todo, y el tango se fue perfeccionando la mujer también fue tomando protagonismo, de a poco».
Sobre lo que pasa en la actualidad con el rol de la mujer en el tango Mariana decía: «Hoy en día hay mucho respeto por la mujer y por la pareja, es una danza donde uno se da cuenta de que tiene que pensar mucho en el otro, y que esto debe ser recíproco. Es un baile muy lindo porque uno aprende del ser humano: a esperar y dejarse llevar. Evolucionó muchísimo, antes el hombre te guiaba con la mano y el brazo completamente; y ahora el hombre te invita a hacer determinados movimientos. Se generan distintas combinaciones de baile y una dinámica absolutamente diferente con un hombre y con otro: por el abrazo y por el físico. Siempre la mujer sigue al hombre, es el concepto, acepta la invitación. Antes se veía una pareja que luchaba, ahora es una comunión: el hombre la espera, la chica se luce, después le toca a él, es una combinación de maneras de mostrarse uno como para el otro, de seducirse».