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✨en el año 80 d.C., la inauguración del Coliseo por el emperador Tito dio lugar a las fiestas más grandiosas de la historia de Roma. Años después, el poeta Marcial recordaba que gentes de todos los confines del Imperio, desde britanos, tracios y sármatas hasta árabes, egipcios y etíopes habían acudido a la capital del Imperio para contemplar las fieras más exóticas y a los más famosos gladiadores, envueltos en exhuberantes cacerías y emocionantes combates. A lo largo de los cien días que duraron los festejos se derramó la sangre de 9.000 animales salvajes, abatidos por cazadores profesionales (venatores), y se representaron truculentos combates terrestres en los que perdieron la vida cientos de personas, así como una naumaquia, una batalla naval entre corintios y corfiotas, la única ocasión en que el gran anfiteatro Flavio se llenó de agua.✨
✨Aquel programa de juegos del año 80 fue recordado por los historiadores precisamente por su originalidad y magnificencia. Pero el pueblo se mostraba igualmente entusiasmado con espectáculos más comunes, como los combates gladiatorios (munera gladiatoria) y las cacerías (venationes) que sufragaban cada año los magistrados durante sus campañas electorales, o que ofrecía la familia imperial en las principales fiestas del Estado.✨
✨Los combates duraban habitualmente entre tres y seis días, y se anunciaban por medio de pintadas en las fachadas de casas, edificios públicos y tumbas. La víspera de los combates, los espectadores hacían cola a las puertas del anfiteatro para recoger las entradas gratuitas. Durante la noche, las fieras salvajes eran llevadas en jaulas hasta los subterráneos del anfiteatro desde los vivaria, los parques en los que estaban confinadas, situados al nordeste de Roma, cerca de los campamentos de la guardia pretoriana. Mientras tanto, los gladiadores celebraban en público una cena libera, en la que el pueblo podía ver de cerca a los héroes que más admiraba.✨
- Empieza el espectáculo
✨El día de los juegos, desde primera hora de la mañana, las gradas del Coliseo se llenaban con 50.000 espectadores que llegaban, según Tertuliano, «fuera de sí, ya agitados, ya ciegos, ya excitados por sus apuestas». El programa empezaba con un espectáculo matutino protagonizado por animales salvajes. A menudo comenzaba con una exhibición de animales exóticos, que muchas veces eran totalmente desconocidos para el público.✨
✨En el año 58 a.C., Emilio Escauro llevó a Roma desde Egipto hipopótamos y cocodrilos, y Pompeyo trajo rinocerontes que fueron descritos como «jabalíes con cuernos». Poco después, Julio César mostró la primera jirafa en la arena. Algunos animales estaban amaestrados y podían representar complejas coreografías e incluso ejecutar acrobacias como andar sobre la cuerda floja. Durante la inauguración del Coliseo, un elefante se postró en posición suplicante ante el emperador «sin que su domador se lo enseñara», afirmó Marcial✨.
✨Los combates entre fieras se disponían en series consecutivas (missiones) y se combinaban de tal manera que la lucha fuera lo más dramática y atrayente posible. Se podía lanzar a la arena simultáneamente a un elefante y un toro, un rinoceronte y un oso, un tigre y un león, o grupos de animales de una misma especie, a veces atados entre sí. Los lanzamientos mixtos de muchas fieras (missiones passivae) concluían por lo general con una batida de caza protagonizada por una multitud de venatores, que iban provistos de un venablo y vestían una túnica corta y correas de cuero en torno a sus piernas. El emperador Probo, por ejemplo, mandó a la arena al mismo tiempo cien leones, cien leopardos africanos y otros cien sirios, y trescientos osos, en un «espectáculo más grande que agradable», según anota Dión Casio.✨
✨La reacción de los animales no siempre era la esperada. Asustados por la algarabía de las gradas, enfermos o debilitados por una prolongada cautividad, podían negarse a salir de sus jaulas. En tales casos, los domadores los pinchaban, los azuzaban con antorchas o maniquíes en llamas o recurrían a medios más patéticos, como narra Séneca: «Los sirvientes del anfiteatro han encontrado un nuevo método para irritar a las bestias poco antes de enviarlas arriba desde los subterráneos de la arena. Para ponerlas feroces, se muestran ante ellas en el último momento atormentando a sus crías. Y he aquí que la naturaleza feroz de las fieras se triplica y el amor hacia sus cachorros las hace del todo indomables y las empuja como enloquecidas contra las lanzas de los cazadores».