Establecer tres (3) relaciones entre el abandono del campo en Colombia y el costo de los alimentos en las ciudades.

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Respuesta dada por: snowbarry7711
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América Latina: cidade, campo e turismo

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Por otra parte, son las actividades de descanso, recreación, la difusión del turismo y de las prácticas de contemplación o de consumo

de espacios, con objetivos que no tienen nada que ver con la producción de materias primas agrícolas, las que conducen a una evolución

paisajística desconocida hasta hoy (Renard, 2002: 9).

Particularmente, la ciudad de Bogotá crece en tales funciones como una

mancha de aceite que se expande hacia el norte sobre tierras con vocación agrícola y con uno de los valores ambientales más importantes del

país a pesar de haber sido declarado como tal por una ley de la Nación

(Pérez, 2003). Bogotá ha agotado todas las posibilidades de crecimiento

dentro de la jurisdicción de su municipio y es capaz de involucrar hoy

un espacio para sí que cubre más que la extensa “sabana de Bogotá”.

La agricultura tradicional sede el paso, no necesariamente el espacio, a la agricultura comercial productivista. La agricultura comercial productivista se conecta muy bien con la lógica capitalista que suscita la ciudad, puesto que con menos mano de obra y con menos tierra,

alimenta relativamente a mayor número de personas. Además, esas tierras están estratégicamente localizadas respecto a la ciudad, de tal forma que puedan ser aplicadas las economías de escala y las economías

de aglomeración. El precio es menor y los rendimientos mayores. Más

que en ningún otro momento de la historia, hoy, no es posible hacer

cualquier cosa en cualquier parte. La distancia y la optimización de la

ganancia cuentan más que nunca. Mientras eso ocurre, masas de campesinos que están alejadas de las infraestructuras que sirven a la ciudad

van ocupando las peores tierras desde el punto de vista agronómico

e infraestructural, con las cuales escasamente consiguen alimentar en

condiciones precarias a su propio núcleo familiar.

Aquí surge un cuestionamiento que aún no hemos terminado de

responder para el caso colombiano: ¿quién alimenta la población de las

grandes ciudades colombianas? ¿Las multinacionales de los cereales

y las cadenas de alimentos industriales a través de los hipermercados

(también multinacionales) o los empresarios y ganaderos colombianos

que ocupan los suelos más fértiles y las tierras mejor irrigadas del país

o los campesinos agricultores tradicionales de vertiente adaptados a la

distribución natural de las lluvias?

Una de las evidencias de mutaciones en las relaciones que establecen la ciudad y el campo son los cambios en los patrones de consumo y en los hábitos alimentarios. El abastecimiento alimentario de la

gran ciudad sigue dependiendo del campo, pero en el campo hay cada

vez más opciones para los empresarios agrícolas y cada vez menos para

los pequeños y desprovistos campesinos. La participación de la gran industria abastecedora en manos de las multinacionales y grandes empresas nacionales es cada vez mayor, en detrimento del pequeño productor  

Luis Carlos Jiménez Reyes

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vulnerable ante la premura del transporte de sus delicados productos,

la fluctuación de precios, la desventaja tecnológica, los riesgos ambientales, sus semillas tradicionales, etc.; aspectos que cada vez lo sumen en

la extrema pobreza, dejándolo finalmente fuera del mercado.

Simultaneidad de la consideración de los temas alimentarioambiental vs. mayores desajustes ambientales. Mientras crece la preocupación por los temas ambientales y de seguridad alimentaria, van

creciendo los efectos nocivos sobre el ambiente. Los proyectos infraestructurales emprendidos para potenciar el crecimiento económico y la

productividad empresarial, sean éstos de iniciativa privada o pública,

pretenden desconocer la vulnerabilidad y el posible agotamiento de los

recursos que oferta la naturaleza. Por su parte, las metas de desarrollo

social y territorial se ven seriamente afectadas y como coloquialmente

se califica “los países van bien, pero no su gente”.

El tema ambiental ha venido pasando, sin embargo, a un segundo

plano. En el caso colombiano a partir de ajustes en la estructura del

Estado se fusionaron instituciones y desaparecieron otras; y como habría de esperarse, el tema ambiental resultó seriamente afectado. Por

encima de la preocupación ambiental está la preocupación de dotar de

vivienda a la población destechada por la intermediación, claro está,

del sistema financiero.

Frente a la preservación ambiental ¿dónde quedan los efectos de

la uniformización de los paisajes agrarios, el monocultivo, la motorización, los transgénicos?. Éstos están aún por verse realmente (Renard,

2002). Nuevamente es mayor la preocupación por alimentar eficientemente (leer rentablemente) que aquella por conservar.

Tres de los componentes ambientales más vulnerables y con mayores efectos nocivos son también los de mayor importancia para la

agricultura y el campo en general: son éstos el agua, el suelo y el aire.

Explicación:

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