• Asignatura: Historia
  • Autor: alejandramichel23
  • hace 2 años

Pasado y presente del campo mexicano

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Antes de que amanezca, nos quedan noches difíciles en las cuales perfilar, soñar, futuros e imaginar decisiones peligrosas. Cuando el mes termine y se haya ido el primer año del gobierno del cambio, el Congreso habrá aprobado un presupuesto raquítico y, tal vez, hecho una reforma fiscal insatisfactoria que no ofrece equidad distributiva ni suficiencia financiera a la altura de las necesidades evidentes de un desarrollo famélico que amenaza extenderse a lo largo de todo 2002, el segundo año de gracia del presidente Fox. Justo antes de que se abra paso el momento decisivo para entender, si se puede, de qué se trató la primera mitad del gobierno y tratar de avizorar lo que sigue. Veremos entonces no cuánto quedó de la globalización, o del cambio estructural, o de la alternancia, sino hasta dónde se puede ir por esas sinuosas y espinosas veredas, a qué ritmo se puede andar por esos trayectos, sin caer en las fantasías corrosivas del mercado mundial libre y único, o de la victoria final de una civilización neciamente autoproclamada también como la única.

Respuesta dada por: jazminarias715
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PASADO Y PRESENTE DEL CAMPO MEXICANO

POR ROLANDO CORDERA CAMPOS

Antes de que amanezca, nos quedan noches difíciles en las cuales perfilar, soñar, futuros e imaginar decisiones peligrosas. Cuando el mes termine y se haya ido el primer año del gobierno del cambio, el Congreso habrá aprobado un presupuesto raquítico y, tal vez, hecho una reforma fiscal insatisfactoria que no ofrece equidad distributiva ni suficiencia financiera a la altura de las necesidades evidentes de un desarrollo famélico que amenaza extenderse a lo largo de todo 2002, el segundo año de gracia del presidente Fox. Justo antes de que se abra paso el momento decisivo para entender, si se puede, de qué se trató la primera mitad del gobierno y tratar de avizorar lo que sigue. Veremos entonces no cuánto quedó de la globalización, o del cambio estructural, o de la alternancia, sino hasta dónde se puede ir por esas sinuosas y espinosas veredas, a qué ritmo se puede andar por esos trayectos, sin caer en las fantasías corrosivas del mercado mundial libre y único, o de la victoria final de una civilización neciamente autoproclamada también como la única.

transparente o aparente del libro, que responde a aquella imaginación antropológica que tan bien cultivaron en el pasado Warman y varios de sus coetáneos, y que tanta envidia (de la buena) provocó en sus lectores y estudiosos de las otras ciencias sociales. Esta imaginación pudo, en casos, apoderarse también de la imaginación política y el activismo social, para darle a la disciplina matriz una autoridad y un estatuto que ya en aquellos años duros del post 68 muchos empezaban a regatearle, so capa de un marxismo mal entendido y peor aplicado. La verdad escueta es que mucho echábamos de menos esta manera de contar y adentrarse en los vericuetos de esta endiablada sociedad compleja y diversa, sin perder de vista precisamente eso: una complejidad y una variedad irreductibles, incluso inconmensurables.

Este relato sabroso (y quienes han podido disfrutar de la dialéctica warmiana alrededor de un buen mezcal o un mejor whisky me entenderán sin problemas) se trenza en muchas páginas con la multitud de datos y cifras que el libro contiene, y que dan sustento a los aciertos y las provocaciones nada escondidas del autor, a las explicaciones a veces sorprendentes, a las defensas sólidas, sin duda discutibles, de las decisiones de política en que le tocó participar. Pero el relato sale airoso, con sus aciertos retóricos y persuasivos, su razonamiento tranquilo pero implacable, con sus desplantes y su invitación a la discrepancia, que no sólo adornan un volumen ejemplar sino que lo llenan de vida y motivos serios para una reflexión de mayor alcance y plazo que lo que una presentación y una invitación a leerlo permiten.

Insisto en que se trata de un libro decisivo sobre el tema, pero que no será, espero, un canon ni la última palabra sobre la cuestión agraria y sus derivados de producción y mercado, confrontación social y desafío puntual a una modernización siempre inconclusa. Quiero estar seguro de que esta obra, además de ser estudiada y usada cotidianamente por estudiosos y estudiantes del pasado y el presente mexicanos, así como por aquellos que quieren acercarse al futuro por construir, será también la fuente de un debate caliente entre los contingentes de ayer y hoy que entendieron y entienden que lo que México fue, es y puede ser, es inseparable de esta saga dolorosa, multitudinaria, compleja y abigarrada, que nos cuenta Arturo Warman con el pretexto de describirnos al campo mexicano del siglo XX.

Aciertos, discrepancias, simpatías peligrosas.

Tomo, casi al azar, unos cuantos ejemplos de lo que he llamado aciertos, invitación a discrepar, simpatías peligrosas, por atractivas pero a la vez cargadas de incertidumbre o fragilidad.

Empecemos por los aciertos, que son muchos y que aquí son apenas ilustraciones de ellos. Warman pone de relieve con abundancia de datos y referencias, la centralidad que alcanzó el campo mexicano en el siglo XX. Se trató de una centralidad de “larga duración” que cruza prácticamente todo el periodo de la postrevolución. No es. así, una mera constatación o curiosidad estadística; nos refiere a una problemática cuyo tratamiento llevó al Estado a reproducir sin consideración estratégica alguna dicha centralidad, a pesar de que la sociedad concreta y su civilización material iban ya. en especial a partir de los años sesenta, claramente por otro lado.

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