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Respuesta:
Explicación:
A mediados del siglo XVIII los jesuitas fueron expulsados de las monarquías católicas más importantes:
Del Reino de Portugal (cuyo rey ostentaba el título de «Rey Fidelísimo») en 1759, acusados por el marqués de Pombal de instigar un atentado contra la vida del rey.1
Del Reino de Francia (la «hija mayor de la Iglesia», cuyo rey era «el Rey Cristianísimo») en 1762, bajo el gobierno del duque de Choiseul, y en el contexto de la polémica entre jesuitas y jansenistas, se revisó la situación legal de la Compañía tras un escándalo financiero, y se consideró que su existencia, además de las doctrinas que defendían (laxismo, casuismo, tiranicidio) era incompatible con la monarquía.2
Del Reino de España (la «Monarquía Católica») en 1767, acusados por Campomanes de instigar el motín de Esquilache (véase Expulsión de los jesuitas de España de 1767).3
Simultáneamente a España, los jesuitas fueron expulsados del reino de Nápoles y, en 1768, del ducado de Parma (ambos vinculados a la Casa de Borbón, pero con otros soberanos).
El propio papa Clemente XIV, proveniente de la orden franciscana, presionado por la mayor parte de las cortes católicas (la única importante que no los había expulsado era la austríaca), accedió a disolver la Compañía, muchos de cuyos miembros se habían reubicado en los propios Estados Pontificios, mediante el breve Dominus ac Redemptor, de 21 de julio de 1773.4
Las expulsiones afectaron la presencia de la Compañía de Jesús en los imperios coloniales de cada una de esas potencias (Imperio portugués, Imperio francés e Imperio español), donde previamente se había visto inmersa en serios conflictos (reducciones jesuíticas, expulsión de los jesuitas de Brasil en 1754 —cinco años antes que en la metrópoli—,5) que estuvieron entre las causas del movimiento anti jesuítico en Europa.