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La conmemoración del bicentenario de la independencia hispanoamericana dio lugar a celebraciones que, en general, se concentraron en la efeméride y dejaron poco margen para una reflexión más profunda sobre el fenómeno, dejando la sensación de que la independencia fue un acontecimiento acotado temporal y geográficamente, que los súbditos americanos del imperio estaban dotados de una identidad nacional que los distinguía de la metrópolis y que, una vez liberados de su dominio, se organizaron en estados republicanos como única fórmula política que los distanciara del orden colonial colapsado.
Los artículos aquí reunidos pretenden examinar exhaustivamente el proceso de independencia americana, sus causas profundas y sus repercusiones en la formación de los estados nacionales. El análisis practicado se basa en tres premisas:
1. La independencia debe ser concebida como parte de un proceso que se remonta a la mitad del siglo XVIII, desde la irrupción del paradigma ilustrado, sus implicancias culturales para el mundo occidental, las transformaciones políticas que impulsó en los imperios coloniales y la consolidación de un nuevo modelo de organización económica, que se extiende hasta el afianzamiento de los estados nacionales americanos a lo largo del siglo XIX;
2. El proceso de emancipación americana no fue homogéneo en el tiempo ni en el espacio, ya que en diferentes áreas de la región se presentan particularidades sociales, culturales, raciales, geográficas y políticas, que permiten comprender las causas del porqué de su manifestación prematura o tardía;
3. Parte importante de los conflictos por los que atravesaron las sociedades americanas durante el siglo XIX, incluso los actuales, son consecuencia del proceso de emancipación y los conflictos que experimentaron las nuevas repúblicas para estabilizar su funcionamiento institucional.