• Asignatura: Arte
  • Autor: mich201203
  • hace 3 años

Resumen crítico de la lectura "Imágenes de la blanquitud" de Bolívar Echeverría

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La palabra “espíritu” que aparece en el famoso ensayo de Max Weber sobre la ética  protestante y el espíritu del capitalismo se refiere sin duda a una especie de demanda o

petición de un cierto tipo de comportamiento que la vida económica de una sociedad hace a

sus miembros. El “espíritu” es una solicitación o un requerimiento ético emanado de la

economía. El “espíritu del capitalismo” consiste así en la demanda o petición que hace la vida

práctica moderna, centrada en torno a la organización capitalista de la producción de la

riqueza social, de un modo especial de comportamiento humano; de un tipo especial de

humanidad, que sea capaz de adecuarse a las exigencias del mejor funcionamiento de esa

vida capitalista. Según Weber, el ethos que solicita el capitalismo es un ethos “de entrega al

trabajo, de ascesis en el mundo, de conducta moderada y virtuosa, de racionalidad

productiva, de búsqueda de un beneficio estable y continuo”, en definitiva, un ethos de

autorrepresión productivista del individuo singular, de entrega sacrificada al cuidado de la

porción de riqueza que la vida le ha confiado. Y la práctica ética que mejor representa a este

ethos solicitado por el capitalismo es, para Weber, la del cristianismo protestante, y en

especial la del puritanismo o protestantismo calvinista, aquel que salió del centro de Europa y

se extendió históricamente a los Países Bajos, el norte del continente europeo, a Inglaterra y

finalmente a los Estados Unidos de América.

En la nota preliminar a sus Artículos escogidos de sociología de la religión, Max Weber dejó

planteada la idea de que la capacidad de corresponder a la solicitación ética de la

modernidad capitalista, la aptitud para asumir la práctica ética del protestantismo puritano,

puede tener un fundamento étnico y estar conectada con ciertas características raciales de los

individuos. Las reflexiones que quisiera presentarles intentan problematizar este

planteamiento de Max Weber a partir del reconocimiento de un “racismo” constitutivo de la

modernidad capitalista, un “racismo” que exige la presencia de una blanquitud de orden ético

o civilizatorio como condición de la humanidad moderna, pero que en casos extremos, como

el del estado nazi de Alemania, pasa a exigir la presencia de una blancura de orden étnico,

biológico y “cultural”.  

la obra escultórica de su maestro, Auguste Rodin, la clausura de una exploración vanguardista

de las posibilidades plásticas, la aceptación oportunista de un canon racista para la

representación del cuerpo humano, condujeron al fracaso artístico de este escultor. La

contrarrevolución estética emprendida por él tuvo sin embargo efectos menos catastróficos

que la otra contrarrevolución, a la que acompañó y pretendió inspirar. Víctimas de la primera

fueron él mismo y el arte de la escultura en Alemania [ Imagen 54]; víctima de esta otra fue, en

cambio, la modernidad alternativa a la capitalista [ Imagen 55], que venía con el movimiento

comunista, y fueron, junto con ella, los veinte millones de muertos de la guerra y de los

campos de exterminio en Europa.  

El racismo normal de la modernidad capitalista es un racismo de la blanquitud. Lo es, porque

el tipo de ser humano que requiere la organización capitalista de la economía se caracteriza

por la disposición a someterse a un hecho determinante: que la lógica de la acumulación del

capital domine sobre la lógica de la vida humana concreta y le imponga día a día la necesidad

de auto sacrificarse, disposición que sólo puede estar garantizada por la ética encarnada en la

blanquitud. Mientras prevalezcan esta organización y este tipo de ser humano, el racismo será

una condición indispensable de la “vida civilizada”.

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