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Una crisis es un proceso de inversión excesiva y equivocada. Si las inversiones fueran ajustadas al ahorro y a la demanda de los ciudadanos, serían inversiones acertadas, y todo lo que fuese producido sería vendido y no habría problemas. Si los hay, y claro que los hay, es porque no todo lo producido puede ser vendido, o no puede ser vendido a precios que cubran sus costes. Un ejemplo muy gráfico lo hemos visto en España y otros países en el caso de la vivienda, con millones de pisos que están ahí, que están construidos (algunos se han dejado a medio terminar) pero que nadie quiere comprar o no quiere salvo que los precios bajen mucho. Esto que se ve en los pisos también pasa en otras inversiones, porque muchos empresarios han expandido su actividad y después se han encontrado con que no pueden colocar lo que han producido. Eso es una crisis.
Pero ¿por qué se produce? Seguro que actúan muchos factores, que además no son los mismos en todas las crisis: por ejemplo, en los años setenta un factor muy importante fue el súbito encarecimiento del petróleo. Pero un factor que suele repetirse es el crédito barato, que tiene una doble consecuencia. Por un lado, anima la inversión, pero puede animarla en exceso y llevar a conclusiones equivocadas. Por otro lado, desanima el ahorro. En efecto, ¿para qué ahorrar si los tipos de interés son bajos? Más bien conviene consumir y endeudarse para comprar, por ejemplo, viviendas, que además suben de precio, con lo cual la inversión es segura y siempre podremos vender la vivienda en el futuro a un precio mayor que el que hemos pagado para comprarla. Todo esto lleva a un desajuste que al final estalla cuando se comprueba que la inversión ha sido excesiva y equivocada. Conviene recordar que la crisis no empieza cuando estalla; digamos, si la actual surgió en 2007 o 2008 (¡a pesar de lo que nos decía el Gobierno!), eso quiere decir que se gestó antes, precisamente cuando se fueron realizando las inversiones que al final se vio que eran desacertadas.
Y ¿por qué acaba la crisis? Acaba cuando esas inversiones han sido pagadas o absorbidas, y han sido reemplazadas por otras nuevas, más acertadas. Ese proceso es muy duro, porque comporta millones de empleos perdidos y cientos de miles de empresas que deben cerrar, como ha sucedido en nuestro país en estos últimos años. De ahí la importancia crucial del Gobierno que puede facilitar ese ajuste bajando los impuestos y flexibilizando los mercados, para que el ahorro se fortalezca y pueda financiar la inversión, las nuevas empresas puedan ser creadas y los trabajadores puedan pasar de un empleo a otro sin estar mucho tiempo parados. Si el Gobierno no lo hace, entonces contribuye a retrasar la recuperación. Esto dicho, sin embargo, esa recuperación tendrá lugar de todas maneras, tarde o temprano, y, lo mismo que la crisis se gestó mucho antes de su explosión, también la recuperación se origina mucho antes de que la veamos con claridad. De hecho, se gesta precisamente en los años del duro ajuste, en los que solo parece que hay malas noticias.