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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme (...)". Estas son las únicas doce palabras de Don Quijote de la Mancha que se mantienen tal cual Miguel de Cervantes las escribió hace más de cuatro siglos en la versión adaptada al castellano actual que ha llevado a Andrés Trapiello 14 años de trabajo, a razón de dos y tres horas diarias, y que este martes sale a la venta (Destino, 1.040 páginas, 23,95€).
"La primera frase, la que todo el mundo sabe de memoria, no se podía tocar porque es como el Partenón, que no se puede restaurar". El resto de las aventuras del ingenioso hidalgo -más bien, el modo de narrarlas- se han adaptado a nuestros tiempos tras "eliminar entre 3.000 y 5.000 notas a pie de página para entederlo", explica a RTVE el experto cervantista, que aclara que el objetivo de tan ingente empresa es "devolver el Quijote a los lectores".
"El Quijote ha pasado a ser un libro que se estudia, no que se lee", apunta Trapiello, que señala que, en realidad, se trata de un libro "muy difícil" de leer porque nuestro castellano "se ha alejado bastante de la lengua de Cervantes".
Esta quijotesca misión cuenta con el beneplácito del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que en el prólogo del libro compara esta modernización con la decisión de André Malraux, siendo ministro de Cultura francés en los años sesenta, de limpiar las fachadas de los edificios clásicos, lo que levantó una gran polémica que cree que podría reproducirse ahora en el mundo de la lengua española: "En la versión de Trapiello la obra de Cervantes se ha rejuvenecido y actualizado, como el Louvre o Notre Dame, sin dejar de ser ella misma, poniéndose al alcance de muchos lectores a los que el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página o los vocabularios antiguos disuadía de leer la novela de Cervantes de principio a fin".