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Una de los sectores más afectados a nivel mundial por la pandemia que ha generado la COVID-19 ha sido, sin lugar a dudas, el sector cultural. Incluso en países como Alemania, donde las condiciones de trabajo de los artistas escénicos han sido vistas siempre con una mezcla de admiración y envidia por los que nos dedicamos a este arte en otras partes del mundo, pues lo hacemos en condiciones mucho más adversas, los estragos de la pandemia se han hecho sentir. Y el golpe ha sido tan duro que el reconocido dramaturgo Schimmelpfennig (2020) ha dicho que con la pandemia «la pesadilla de cualquier creador teatral se ha hecho realidad». Teatros cerrados, temporadas canceladas y artistas desempleados en todo el planeta. Como consecuencia, acota Schimmelpfennig (2020):
Todos aquellos artistas independientes, todas las personas que han trabajado independientemente en el mundo de la actuación, de la música y la danza, o en el circo o en el vodevil o dondequiera que hayan estado, detrás o encima del escenario, sin un empleo permanente, que vivían de contratos temporales, artistas invitados o tarifas nocturnas, han perdido su sustento de la noche a la mañana.
En el Perú el caso no ha sido para nada distinto. La pandemia obligó a cerrar todos los teatros y espacios culturales, incluso antes de que se declarara el estado de emergencia. Se tuvieron que cancelar temporadas teatrales y diversos espectáculos programados, e incluso prevendidos para todo el año. Miles de artistas se vieron repentinamente sin empleo. Además, la COVID-19 llegó a nuestro país en plena edición del Festival de Artes Escénicas de Lima, el festival de teatro más grande del país, que debió cancelar todas sus actividades casi una semana antes de su fecha de cierre.
Según un estudio realizado por la Asociación Playbill, a causa del estado de emergencia en el Perú se cancelaron, de marzo a diciembre de 2020, 453 temporadas, 3239 funciones, se devolvieron 15 025 entradas cuyo valor asciende a los S/ 344 919 y se paralizó el movimiento de S/ 4 500 000 (Iturria, 2020).
Además de las pérdidas económicas, la crisis originada por la pandemia en nuestro país ha puesto en evidencia, una vez más, la ya precaria situación de nuestro gremio de artistas. Según la «Propuesta para la mitigación del impacto y la reactivación económica de la emergencia nacional por el COVID-19» del Movimiento Independiente de Artes Escénicas del Perú (2020), ya desde antes de la crisis muchos artistas escénicos se enfrentaban a la falta de derechos laborales y sociales debido a la ausencia de políticas y normas que los protejan.
Así las cosas, el estado de emergencia no ha hecho más que agravar la situación de un sector que ha tenido que acostumbrarse a vivir en una crisis permanente, como lo demuestra una encuesta realizada por la Red de Creadores y Gestores Culturales Independientes del Perú, según la cual, después de declarado el estado de emergencia, de 5390 artistas, entre los que se encuentran artistas escénicos, de las 25 regiones del país, el 73% trabaja de manera independiente y el 64% no está inscrito en el programa Puntos de Cultura del Ministerio de Cultura, que busca crear una base de datos del sector (Rodríguez, 2020).
Este contexto ha exacerbado el debate sobre la sobrevivencia de los artistas escénicos en una nueva realidad, y a los obstáculos que siempre han existido se le suma la imposibilidad de seguir trabajando. ¿Cómo continuar haciendo teatro y cómo vivir del teatro en medio de una pandemia cuya única solución es el aislamiento social? La pregunta es compleja, sobre todo si se toma en cuenta que encierra otra interrogante: la del futuro mismo del teatro, un arte que, en esencia, necesitaría de la presencia del cuerpo poético del actor y del expectante en una situación de convivio, como señala el filosofo argentino Jorge Dubatti (2014).
Es así que, durante las primeras semanas del estado de emergencia, muchos artistas, en todo el planeta, se animaron a señalar que con la pandemia asistíamos al fin del teatro, puesto que sin «presencialidad» el hecho escénico sería imposible. Al respecto, en un artículo publicado en la revista virtual Anfibia, de la Universidad Nacional de San Martín, el director y dramaturgo argentino Juan Coulasso (2020) señala que:
El virus acaba de arrebatarle al Teatro su arma más fundamental, la única que ha recorrido todas las épocas y continentes, la única que lo vuelve absolutamente singular y lo diferencia de la experiencia cinematográfica y las plataformas virtuales: la presencia en vivo -sin mediación de pantalla- del cuerpo del emisor, junto con el cuerpo del receptor.