cuales son las ideas principales de este texto:
La proliferación22 de centros comerciales pareciera una tendencia irreversible23 que cambia
sustancialmente las relaciones entre los ciudadanos. En sólo Bogotá hay más de 40, en el resto del país
206 y se anuncia que habrá inversiones futuras por US$2.233 millones, bien sea para ampliar o remodelar
los ya existentes o para abrir otros, cerca de un centenar. ¿A qué se debe este auge de los centros
comerciales, de qué son indicio y como cambian la interacción social del ciudadano? Creo que es algo que
vale la pena preguntarnos.
Según los expertos, los centros comerciales surgen en la medida en que hay desvalorización del centro de
las ciudades y una pérdida de funciones de los sitios que en otras épocas convocaban allí a la ciudadanía:
la plaza pública, los grandes teatros y las instancias gubernamentales que se desplazan hacia lugares que
se suponen más convenientes. Y también porque al extenderse las ciudades y al ser los sistemas de
transporte deficientes, es lógico que el ciudadano busque desplazamientos cortos y comercio que esté
relativamente cerca. Pero, sobre todo, como consecuencia de la inseguridad. En ciudades más seguras
que las nuestras y con centros monumentales llenos de significación, como París o Berlín, el grueso del
comercio está en las calles, y casi todos los centros comerciales se encuentra ubicados en la periferia.
“Descuidamos tanto la calle que la simulación de la calle triunfa”, me dice el arquitecto Maurix Suárez,
experto en el tema. Y dice bien: porque el centro comercial es finalmente escenografía, ciudad ficticia que
replica24 modelos de vida de las élites25 y crea una ilusión de interacción ciudadana que en realidad no
existe. Todo allí es impersonal. Lo contrario al vecindario, al barrio, lugares que en sociedades sanas
propician26 el encuentro, el diálogo y la solidaridad. En Colombia, además, extrañamente, el centro
comercial da estatus27. Allí se va no solamente a ver y ser visto, sino a exhibir lo que exige el capitalismo28
rampante29 ”: la capacidad de consumo.
Y el centro comercial es, finalmente, eso: un lugar privado que simula ser donde, como le oí a un amigo,
dejamos de ser ciudadanos para ser clientes, reales o en potencia. No quiero que se me malinterprete:
los centros comerciales tienen todo el derecho a existir. Pero es triste ver cómo se instaura una cultura
del manejo del tiempo de ocio y diversión que hace que las familias, los adolescentes, prefieran al parque,
la plaza o la calle que bulle con sus realidades complejas, estos lugares que venden la idea de que consumir
es la forma por excelencia de ser feliz
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