• Asignatura: Castellano
  • Autor: ESPERAhZA14
  • hace 2 años

mito guarani del fuego​

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Respuesta dada por: mendiviljimenezbetsy
5

Respuesta:

Mito guaraní del Fuego

Al principio de los tiempos, solo había neblina y vientos feroces. En medio de ese caos primigenio, torbellino de tinieblas y viento y desolación, Ñamandú- también llamado Ñande Ruvusú, o Ñande Ru Pa Pa Tenondé (Nuestro Padre Último Primero)- se creó a sí mismo.

Inmediatamente después creó la palabra, pues concibió el

origen del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad.

Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, reflexionó

profundamente

sobre a quién hacer partícipe de su creación, ya que él la consideraba como

una

porción de amor. Después de reflexionar largamente, creó a quienes serían sus

compañeros en la divinidad: a los dioses principales para que lo ayudaran en

su tarea

creadora. A continuación se realizó la creación de la Tierra y fue entonces el

momento para que pudiera hacer su aparición el hombre, al que el dios le

otorgó la

maravilla de la palabra, la cual le permitió -y aún le permite- vivir de acuerdo

con su naturaleza.

Aunque había creado a Karaí, el dueño de la llama y del fuego solar, y aunque

estuviera iluminado por el reflejo de su propio corazón, el Padre Primero no  

tenía

poder sobre el fuego terrenal. Por aquel entonces, los dueños del fuego eran

unos

seres gigantes, oscuros y malvados, crueles y egoístas, que usaban el fuego

para

cocinar a los hombres que cazaban. Ñamandú comprendió que no era bueno

para los

hombres seguir comiendo carne cruda. Además, si podía conseguir el fuego

para

ellos, podrían sentarse a su alrededor, calentarse en las noches de invierno,

iluminarse y contar cuentos. Por eso decidió ayudar a los hombres…

Para tener éxito en su objetivo, el Padre Primero convocó a Cururú, un sapo

tan

verde como la hierba y tan valiente como el corazón del propio Ñamandú. Lo

eligió

por su oportuno color, por su valentía y porque además era muy bueno

atrapando

cosas que volaran por el aire. Viajaron juntos hasta las altas montañas donde

vivían

los gigantes y al llegar, se regocijaron con el color y las danzas de las llamas.

Entonces Ñamandú tomó aspecto humano y se dejó atrapar por los temibles

comegentes mientras Cururú se quedaba muy quieto escondido entre la verde

hierba.

Los gigantes se alegraron de haber recibido tanta comida sin tener que hacer

ningún esfuerzo e inmediatamente armaron una fogata para cocinar al

disfrazado

dios.

Estaban tan contentos con su buena suerte que bailoteaban y palmeaban

dando un espectáculo que casi hizo tentar de risa al pobre sapo.

Cuando estuvo cubierto por las brasas, el dios aprovechó la distracción de los

gigantes, dio una patada y salieron volando, cientos de piedritas encendidas.  

Cururú

estaba muy atento, oculto entre la hierba verde, tan verde como él mismo, y

atrapó

una brasa con su boca sin que los gigantes se dieran cuenta de nada.

Inmediatamente, y en absoluto silencio, emprendió la retirada tan contento que

casi

perdió la brasa en el camino.

Al ver la rápida huida de Cururú, el Primer Padre se levantó de la hoguera, por

supuesto sin ninguna quemadura- y ante el asombro de los malvados gigantes

que

recuperaron la compostura en un segundo, salió corriendo del lugar tras

Cururú.

Cuando ambos se encontraron y estuvieron bien lejos, Ñamandú recobró su

aspecto

y le pidió al sapo que le fuera a buscar su arco y sus flechas. Entonces

encendieron la punta de la flecha con la brasa y la arrojaron a un árbol de

laurel. El árbol no se quemó porque el fuego quedó atrapado dentro de la

madera como un corazón

ardiente.

Después, el Padre Primero llamó a los hombres y les enseñó cómo hacer

fuego: bastaba con cortar un trozo de árbol del laurel, realizarle un agujero y

hacer

girar allí con las manos y con mucha rapidez una flecha para que salieran

chispas y

con ellas encender hojas y ramas hasta formar llamitas tan coloridas y

bailadoras

como las de los gigantes.

Mientras tanto los comegentes, muy enojados, habían salido a perseguir a los

ladrones. Pero esos seres gigantes, oscuros y malvados, crueles y egoístas,

que

habían usado el fuego para cocinar a los hombres que cazaban fueron

convertidos

por el dios en unos pájaros negros destinados a comer solo carroña: los

cuervos.

A partir de entonces, los guaraníes pueden cocinar sus alimentos, reuniéndose

alrededor del fuego, calentarse en las noches del invierno, iluminarse y contar

cuentos. Todo, gracias a la preocupación luminosa de Ñamandú y a la valentía

y

verde generosidad de Cururú

eso es todo espero que te ayude


ESPERAhZA14: gracias lo necesitaba :)
mendiviljimenezbetsy: De nada
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