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En su origen, el socialismo estaba estrechamente ligado a la democracia. Fue, en sus comienzos, un intento de radicalización de la democracia sobre la base de un proyecto de «democracia social» que pretendía articular libertad política con bienestar económico. El artículo argumenta que esto comenzó a cambiar con el auge del marxismo y la Revolución Rusa, cuando el socialismo pasó a ser visto como algo diferente de –e incluso opuesto a– la democracia. La cara más dramática de esta mutación fueron los socialismos nacionales de tipo fascista y estalinista. Aunque en buena parte de América Latina la democracia social ha ganado terreno, hoy se enfrenta al socialismo del siglo xxi, un tardío intento de regreso a las ideas del socialismo antidemocrático del siglo pasado.