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Estos momentos tan álgidos, se hace necesario volver a recordarle a la humanidad que aunque parezca que ya no hay caminos, que se ha perdido el rumbo, y que no hay una bitácora que nos guíe, sí la tenemos: es la imaginación creadora. Pero para poder comprenderla se hace necesario saber de antemano qué es.
El ser humano está constituido por un ternario maravilloso: Espíritu, alma y cuerpo. Para no caer en términos equívocos, diremos que cuando nos referimos al espíritu, estamos aludiendo a la consciencia; es decir, a aquello que sabemos porque lo sentimos. Según Jung, el término espíritu tiene que ver con «el concepto de una sustancia inmaterial o existencia, que en el plano superior se denomina “Dios.”»[i]
Cuando decimos alma, nos referimos exactamente a la sensibilidad, a la que se le han dado diversos nombres en otras culturas: Fohat, Pneuma, Psique, Tlahuizkalpantekutli, Soul, Ánima, La cosa en sí, etc.
El cuerpo físico está conformado por trescientos mil trillones de células, cien mil millones de neuronas que componen el sistema nervioso central, cien millones de células receptoras de luz en los ojos, veinticuatro millones de células receptoras del sonido, nueve kilómetros de fibras nerviosas, noventa mil kilómetros de vasos capilares, setenta y dos mil terminaciones nerviosas, seiscientos músculos, doscientos seis huesos, y once sistemas compuestos por órganos vitales que mantienen la vida.
Nuestro corazón late aproximadamente entre sesenta y cien pulsaciones por minuto.
El ser humano también tiene deseos y pensamientos. El pensamiento, a su vez, se manifiesta como pensamiento concreto, y pensamiento abstracto. El pensamiento concreto nos permite, mediante la comparación, distinguir la forma, el color, la textura, la altura, y la profundidad; es decir, conocer las cosas y discernir; pero su contraparte, el pensamiento abstracto, nos faculta para formar conceptos abstractos y resolver problemas matemáticos, filosóficos, científicos, comprender textos y entender el lenguaje.
Y como una preciosa rosa, allí, en el pensamiento abstracto, florece la imaginación creadora.
La imaginación es la facultad que tiene la mente de formar imágenes.
Según la mitología griega, que se ocupó de darnos a conocer cómo operaban, de dónde provenían y qué eran estas maravillosas fuerzas, a la imaginación creadora se le llamaba la diosa Iris; y según Platón, su nombre provendría de eireín, cuyo significado es “hablar”.
Su padre fue Taumante, palabra que está relacionada etimológicamente con thoûma (asombro).
En la mitología griega, Taumante o Taumas (en griego antiguo Θαύμας Thaúmas, significa “maravilla”, “milagro”).
La madre de Iris fue la diosa oceánica Electra, quien según narra la mitología, llevaba una piedra de ágata, donde se mezclaban los colores del oro y de la plata.
El oro, para los alquimistas, corresponde a la consciencia; mientras que la plata, corresponde a la sensibilidad.
¡Qué maravillosa comprensión de los misterios más extraordinarios del ser humano es la que tenían los griegos o Helenos; los seres de la luz! La palabra Helena significa: “aquella que brilla o arde por la luz!”. ¡Por algo llegaron a tener la edad de oro!
La imaginación creadora, entonces, nace de la portadora de la sensoconsciencia y del asombro: de la maravilla.
¿Y no es verdad que los creadores, son seres sensibles y conscientes en un grado algo mayor que los demás, y que viven maravillados, asombrados, encantados con todo aquello que hay en derredor suyo?
espero te sirva y si puedes dame un gracias es para mi perfil