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Al comienzo el tercer milenio nuestra cultura tiene pendientes diversos
debates, y quizá los más acuciantes se sitúan en el ámbito antropológico.
Sin duda, en el saber antropológico es donde se centran desde el s. XIX
las principales inquietudes del saber humano. En esta materia los múltiples datos procedentes de las ciencias experimentales, desde la Genética
hasta la Psicología, están solicitando una síntesis2
.
Al final del segundo milenio la humanidad se sigue planteando interrogantes acerca de su propia identidad. A pesar de que se tienen muchos datos
científicos, el ser humano resulta para sí mismo enigmático, como ha
puesto de relieve Max Scheler3
. Esta incógnita se torna aún más oscura si
la pregunta incluye la condición de ser varón o ser mujer.
En efecto, si se observan los cambios sociales, producidos en parte por el
desarrollo tecnológico, uno de los interrogantes que suscita creciente interés es el relativo a la diferencia que existe entre masculinidad y feminidad4
. Si se repasa la historia de la antropología, la mujer podría llamarse
también la “gran desconocida”. Como consecuencia, la autopercepción
del varón -que se conoce a sí mismo frente a la mujer- frecuentemente se
ha desfigurado y deformado, por la presión de exclusivistas esquemas androcéntricos y patriarcales.
Los argumentos de fondo de lo que voy a sostener aquí, giran en torno a
la hermenéutica de los pasajes de la Creación del ser humano relatados
en el libro del Génesis. Allí el hombre aparece creado a imagen de Dios
Trino: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” -en plural-, y
“creó Dios a un Hombre a su imagen, y lo creó varón y mujer” (Gen 1, 27).
Pero además de la tradición sacerdotal, en el Génesis se encuentra también el relato yavhista, donde la mujer aparece -por obra de Dios-, saliendo del costado de Adán (Gen 2, 24). Texto metafórico éste, cuyo profundo
significado está aún por desentrañar, y que ha sufrido a lo largo de la historia penosas deformaciones. Se ha visto en él el argumento para justificar la subordinación de la mujer al varón. ¿Fue realmente la mujer creada
después del varón, no sólo de él sino para él, para aliviar su soledad en
sumisión unilateral?
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