• Asignatura: Castellano
  • Autor: felipegarzon929
  • hace 2 años

Resumen De Guardia En La Tumba-Hermanos Grimm Plis

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Respuesta dada por: salomeflores
15

Un labrador muy rico estaba un día delante de su puerta, mirando sus campos y sus huertos; el llano estaba cubierto por la cosecha; los árboles estaban cargados de fruta. El trigo de los años anteriores llenaba de tal modo sus graneros, que las vigas del techo se doblaban bajo su peso. Sus establos estaban llenos de bueyes, de vacas y de caballos.

Entró en su cuarto y dirigió una mirada al cofre en que encerraba el dinero, pero mientras estaba absorto en la contemplación de estas riquezas, creyó oír en su interior una voz que le decía:

-¿Has hecho feliz, a pesar de todo tu oro, a alguno de los que te rodeaban? ¿Has aliviado la miseria de los pobres? ¿Has repartido tu pan con los que tenían hambre? ¿Has estado satisfecho con lo que poseías y no has deseado nunca más?

Su corazón no vaciló en contestar:

-Siempre he sido duro e inexorable, nunca he hecho nada por mis parientes ni por mis amigos. Más que en Dios he pensado siempre en aumentar mis riquezas. Aun cuando hubiera poseído el mundo entero, no hubiera tenido nunca bastante.

Este pensamiento le atemorizó, temblándole las rodillas de tal modo que se vio obligado a sentarse. Al mismo tiempo llamaron a la puerta. Era uno de sus vecinos, cargado de hijos, a quienes no podía sustentar.

-No ignoro, pensaba para sí, que mi vecino es mucho más desapiadado que rico; sin duda no hará caso de mí, pero mis hijos me piden pan; voy a hacer una prueba.

En cuanto llegó a la presencia del rico, le dijo de esta manera:

-No ignoro que no os gusta socorrer a nadie, pero me dirijo a vos en la última desesperación, como un hombre que, estando próximo a ahogarse, se agarra a la más débil rama. Mis hijos tienen hambre: prestadme un puñado de trigo. Un rayo de compasión penetró por primera vez en el hielo de aquel corazón avaro.

-No te prestaré un puñado, le respondió; te daré una fanega, pero con una condición.

-¿Cuál? preguntó el pobre.

-Que pasarás las tres primeras noches, después de mi muerte, velando sobre mi sepultura.

La proposición no agradó mucho al pobre, pero en la necesidad en que se encontraba, tuvo que pasar por todo. Lo prometió, pues, y se llevó el trigo a su casa.

Parecía que el labrador había adivinado el porvenir, pues a los tres días murió de repente, sin que nadie lo sintiera. En cuanto estuvo enterrado, el pobre se acordó de su promesa; hubiera querido verse dispensado de ella, pero se dijo: -Este hombre ha sido generoso para mí, ha dado pan a mis hijos, y además le he dado mi palabra y debo cumplírsela.

A la caída de la tarde, fue al cementerio y se sentó encima de la sepultura.

Todo estaba tranquilo; la luna iluminaba los sepulcros y de cuando en cuando, volaba un búho lanzando gritos fúnebres. A la salida del sol volvió a su casa sin haber corrido el menor peligro. Lo mismo se verificó a la noche siguiente.

La noche del tercer día sintió un secreto terror, como si fuera a pasar alguna cosa extraña. Al entrar en el cementerio, distinguió a lo largo de la pared un hombre como de unos cuarenta años, de rostro moreno y de ojos vivos y penetrantes, envuelto en una capa; bajo la cual sólo se veían unas grandes botas de montar.

-¿Qué buscáis aquí? le dijo el pobre; ¿no tenéis miedo en este cementerio?

-Nada busco, respondió el otro, ¿y de qué he de tener miedo? Soy un pobre soldado licenciado y voy a pasar la noche aquí porque no tengo otro asilo.

-Pues bien, le dijo el pobre: ya que no tenéis miedo, me ayudaréis a guardar esta tumba.

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