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Este conflicto se enmarca en un periodo en el que los grandes países europeos se disputaban aquellos territorios que deseaban convertir en sus colonias, ya fuera por ser ricos en materias primas, por abrir nuevos mercados y absorber la sobreproducción industrial, para enviar a aquella población que no tendría oportunidades de prosperar en sus países de origen o por la idea que imperaba por aquel entonces de la misión civilizadora de los territorios no desarrollados por parte de las grandes potencias.
Así, en la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas. Otros acuerdos similares delimitaron zonas de influencia en Asia y especialmente en China, donde se llegó a diseñar un plan para desmembrar el país, que no pudo llevarse a cabo al desatarse la Primera Guerra Mundial.
Dibujo satírico publicado en 1896 en el diario catalán La Campana de Gràcia, criticando la actitud de EE. UU. hacia Cuba.Sin embargo, los acuerdos no acabaron por eliminar completamente las fricciones entre las potencias. A finales del siglo XIX, se sucedieron las disputas por determinados puertos y fronteras cuya delimitación no estaba clara, sobre todo en África. Ejemplos de esto son el incidente de Fachoda entre franceses y británicos, las disputas germano-portuguesas por el puerto mozambiqueño de Kionga, el ultimátum lanzado por los ingleses contra la expansión portuguesa en Zambia y la polémica desatada entre franceses, británicos, alemanes y españoles por el dominio de Marruecos.
Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia y que desde principios del siglo XIX estaban llevando a cabo una política expansionista, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas y las Palaos en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II.