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Respuesta:
El ciclo del agua, vital para los ecosistemas
El ciclo hidrológico es de gran importancia para los ecosistemas naturales y la regulación del clima. El agua está en continuo movimiento a través del cambio que efectúa en sus tres diferentes estados -líquido, sólido y vapor- y se encuentra tanto en la superficie terrestre como debajo de ella. La alteración del ciclo del agua, como está sucediendo con el cambio climático, supone también modificar la vida de los ecosistemas del planeta.
Aunque el total del agua presente es relativamente constante, no lo es su disponibilidad. De ahí la necesidad de tener clara la importancia del agua para llevar a cabo una gestión adecuada y sostenible de su consumo que evite el agotamiento de este recurso y el estrés hídrico.
Explicación:
La importancia del agua para las plantas
La importancia del agua para las plantas es tal que un cuerpo vegetal está compuesto de ella en un 70-90%. Las plantas absorben el agua que procede de la lluvia, principalmente, aunque también puede ser a través del regadío.
La mayor parte del agua que absorben se pierde a través de la transpiración y usan tan solo cerca del 1% para sus procesos bioquímicos. Pero sin agua, el mundo vegetal estaría expuesto a la extinción; y el planeta, a la sequía.
El agua, como disolvente universal, disuelve muchas sustancias. Característica que permite que sea un medio de transporte para los nutrientes minerales que se encuentran en el suelo y que así llegan a las plantas. A su vez, es un reactivo químico que permite la fotosíntesis, esencial para la vida.
Agua, biodiversidad y los retos del cambio climático
El agua es imprescindible para sostener la biodiversidad, ya que su escasez es sinónimo de pérdida de especies y ecosistemas. Y es también un elemento clave frente al cambio climático: el calentamiento global provoca aumentos de sequías, lluvias torrenciales e inundaciones que producen migraciones, cambios en los ecosistemas y la desaparición de fauna y flora. El incremento de las temperaturas conduce al deshielo de los glaciares y, con ello, aumenta el nivel del mar. Por otro lado, calienta los océanos y acidifica sus aguas, evitando que cumplan su función de sumideros de CO2 y afectando a las especies marinas.
En este contexto, se debe tener en cuenta la importancia del agua en la lucha contra el cambio climático, puesto que una mejor gestión, un mayor cuidado y un consumo más responsable de ésta contribuirán a mitigar sus efectos.