• Asignatura: Historia
  • Autor: gabrielalarcon1137
  • hace 2 años

Tisbe, recuperando la osadía, toma la decisión: sale de la cueva, regresa al
silencioso campo donde yacen los muertos, deseosa de ver a Píramo y
contarle la aventura que acababa de experimentar. ¡Ella, que apenas si
había visto los jardines de su casa, había estado a metros de una leona!
Pensando en como se reirían de esto, se acerca al árbol, pero entonces
duda:
–A ver... ¿No quedaba aquí la morera? Sin embargo, ésta tiene frutos
oscuros. Recuerdo bien que eran blancos, qué extraño. Debo estar en otro
sitio.
El cercano sepulcro le indica que no está equivocada. Vuelve a mirar los
frutos, baja los ojos, mira un bulto en la tierra, un bulto exánime. Un cuerpo
aún tibio. Un momento después, sus gritos atravesaban las rocas, las
montañas, y se precipitaban en los abismos, en un eco de lamentos sin fin:
–¿Qué es esto? ¡Píramo! ¡Qué desgracia se abatió sobre ti! ¡Píramo! ¡Te
estoy llamando, estoy diciendo tu nombre! ¡Levanta tu cabeza! ¡No puedes
estar muerto, mi amor!
Y entonces, en un esfuerzo ya sobrehumano, los párpados de Píramo se
abren, su hermosa cabeza se mueve en un gesto indescifrable, un gesto
que resume una sorpresa infinita.

25

Y luego, para siempre, los ojos se cierran.
Tisbe suspiró, petrificada por esa mirada que anticipaba el final. Miró
alrededor, perdida, hasta que vio su velo. Roto, con manchas oscuras,
Recordó el hocico de la leona, manchado también por esa sangre.
Vio a un costado del muerto la espada de marfil, sin la vaina, húmeda
todavía.
–¡Tú! –exclamó.
–¡Tú mismo, amor! ¡Te has dado muerte!
Todo el silencio de la noche, todo el temblor de las estrellas estremeció su
cuerpo.
–Tu propia mano, y el amor por mí, han sido la causa de tu perdición! ¡Los
dioses te han engañado, pero yo no te dejaré!
Buscó la espada, probó cerrar sus dedos en la empuñadura.
–Soy causa de tu fin, pero también la que te acompañará. Si con la muerte
te arrancaron de mí, yo les diré a los dioses: ¡no, tampoco con la muerte te
arrancaron de mí!
Y su mano, antes temblorosa, se hizo firme. Con fiera convicción, hundió el
marfil agudo en su cuerpo. La sangre, esperada con urgencia, fue alimento
a su vez de las mismas raíces.
Antes de irse, ella ordenó:
–Árbol, ahora que cobijarás dos cuerpos desgraciados, pero unidos; te pido
que conserves para siempre los frutos negros, en señal de luto, salpicados
por dentro de nuestra sangre, en memoria de nuestro amor.
Las súplicas finales de la enamorada fueron oídas por los dioses, quienes,
piadosamente, cumplieron el último deseo.
Más tarde, azorados por el espanto, los padres de ambos les rindieron un
homenaje y una suerte que en vida les habían negado: guardaron sus
cenizas en la misma urna.


gabrielalarcon1137: che nexesito un resumen con el final cambiado para que termine bien pls

Respuestas

Respuesta dada por: fernandobaltazarant
1

Respuesta:

no le entiendo pérdoname soy un tarad


gabrielalarcon1137: okay lo intentaste xd
fernandobaltazarant: gracias
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