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La emigración internacional, particularmente la de carácter laboral, además de incrementarse masivamente, se ha convertido en pieza clave del nuevo engranaje mundial, por un lado, es innegable que con trabajo barato los migrantes contribuyen de múltiples maneras al progreso económico de los países de destino; no obstante se les explota como trabajadores, y se les niegan sus derechos humanos, sociales y políticos al mismo tiempo que se les responsabiliza de muchos de los males que aquejan a la sociedad receptora. El incremento en la desocupación, la saturación de los servicios públicos y la supuesta relación entre inmigración indocumentada y delincuencia, son algunos de los elementos que, desde la visión de los países del Norte, han encendido la alarma ante la inmigración. Se construye así la imagen del extranjero peligroso, operación que culpabiliza a las víctimas del actual modelo económico, borrando todo rastro de las responsabilidades del Norte en las migraciones contemporáneas. En el proceso de mundialización de la economía, se pretende ignorar que la creciente migración internacional de países del Sur a los del Norte, ha sido fomentada, por fuerzas con origen en la propia expansión del capital que tiene necesidad de mano de obra barata para ser usada en las economías avanzadas.
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