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El Hambre, de Manuel Mujica Lainez, escritor y periodista argentino (1910-1984), es un cuento que está incluido en la colección Misteriosa Buenos Aires (1950), obra que contiene cuarenta y dos cuentos sobre Buenos Aires y sus personajes que los aborda desde la hambruna en el villorio de Pedro Mendoza (1536) hasta la época de Rosas y la organización nacional.
Situación inicial:
Un fortín de españoles conqusitadores ha sido sitiado por los indios aborigenes por incontables días y hacen resistencia para contener la toma y liquidación de su ejército. Pero todas la provisiones practicamente se acabaron y los soldados y personal de bajo rango han comenzado a padecer y morir de hambre. Ya no es fácil distinguir quien aún vive y quién ha fallecido.
Uno de estos soldados, el ballestero Baitos, falleciendo del hambre, decide que para sobrevivir, comerá parte del cuerpo de los 3 soldados que fueron ahorcados por orden del Capitán del regimiento, por haber matado a un caballo y alimentarse con el animal y cuyos cuerpos después de varios días aún permanecen en los cadalsos, colgando, descomponiéndose a la intemperie. El ballestero planea hacerlo en la noche, cuando su hermano Francisco esté de ronda y quizás también lo acompañe en tan peculiar cena.
Complicación
Bamboleándose y dando tumbos por el hambre, esa noche decide abordar los cuerpos de los ajusticiados y cuando ya se aproxima en medio de las sombras al cadalso se encuentra que cuatro personas, jefes del fortín están reunidos en la hoguera central, lo cual es un gran impedimento para resolver su voraz hambre, que ya casi lo lleva a atentar contra su propia vida. Entre éstos estaba Bernardo Centurión, un moreno genovés, con ínfulas de principe, que no dejaba nunca de lucir su capa de piel de nutria, el cual siempre le produjo profunda aversión, por su engreimiento mostrado desde el mismo momento que abordaron el barco en España, el cual se incrementó por los cuento que escuchó de los soldados sobre la manera y tratos de ese hidalgo en batallas previas. El hambre y el odio someten al ballestero quien cae desmayado en el pasto en medio de la penumbra dominante.
Resolución
Cuando Baitos vuelve a recuperar la conciencia, se levanta y se da cuenta que todos se han ido, que nadie circula en la zona de los ajusticiados. Pero pronto se da cuenta que hay alguien que se interpone entre él y los cuerpos que saciarán su hambre: el genovés Bernardo Centurión, que dándole la espalda muestra su arrogancia a través de su capa de piel de nutria. Cuánto deseaba que el genovés desapareciera de inmediato, pues la tortura del hambre lo tiene al borde de la locura. Pero se pregunta por qué no desaparecer para siempre a ese desagradable genovés, que estaba a su alcance y con su filoso cuchico sería presa fácil y nadie sabría quien sreía el autor del hecho.
Situación final
El ballestero se abalanza con el cuchillo entre las dos mano sobre el genovés y le atraviesa el corazón rodando junto con el cuerpo el cual lo acuchilla hasta tres veces. Buscando bajo el manto, posesionado por la locura, toma el brazo y lo cercena con su cortante arma y comienza a morder y comer el miembro de la víctima. Más podia el hambre que la razón y la cordura. A la distancia, sorpresivamente ve en el pasto, arrecostado a la cerca del fortín, el cadaver del funcionario italiano, quien había sido atravesado en medio de las cejas por una flecha de los indígenas sitiadores. Del brazo que lo alimentaba el ballestero tropieza con la mano y le llama la atención la sortija que pendía del miembro: era el anillo de plata con la cruz entallada de su hermano, cuya identidad pudo validar al revisar el rostro del cadaver. Francisco había usado la capa del genovés, a quien se la había quitado, para resguardarse del gran frío nocturno.
La locura se apoderó del ballestero que con gritos espeluznantes escapó como si la muerte lo siguiera, saltando las cercas del fortín y corriendo colina abajo hacia el asentamiento de los indios.
Situación inicial:
Un fortín de españoles conqusitadores ha sido sitiado por los indios aborigenes por incontables días y hacen resistencia para contener la toma y liquidación de su ejército. Pero todas la provisiones practicamente se acabaron y los soldados y personal de bajo rango han comenzado a padecer y morir de hambre. Ya no es fácil distinguir quien aún vive y quién ha fallecido.
Uno de estos soldados, el ballestero Baitos, falleciendo del hambre, decide que para sobrevivir, comerá parte del cuerpo de los 3 soldados que fueron ahorcados por orden del Capitán del regimiento, por haber matado a un caballo y alimentarse con el animal y cuyos cuerpos después de varios días aún permanecen en los cadalsos, colgando, descomponiéndose a la intemperie. El ballestero planea hacerlo en la noche, cuando su hermano Francisco esté de ronda y quizás también lo acompañe en tan peculiar cena.
Complicación
Bamboleándose y dando tumbos por el hambre, esa noche decide abordar los cuerpos de los ajusticiados y cuando ya se aproxima en medio de las sombras al cadalso se encuentra que cuatro personas, jefes del fortín están reunidos en la hoguera central, lo cual es un gran impedimento para resolver su voraz hambre, que ya casi lo lleva a atentar contra su propia vida. Entre éstos estaba Bernardo Centurión, un moreno genovés, con ínfulas de principe, que no dejaba nunca de lucir su capa de piel de nutria, el cual siempre le produjo profunda aversión, por su engreimiento mostrado desde el mismo momento que abordaron el barco en España, el cual se incrementó por los cuento que escuchó de los soldados sobre la manera y tratos de ese hidalgo en batallas previas. El hambre y el odio someten al ballestero quien cae desmayado en el pasto en medio de la penumbra dominante.
Resolución
Cuando Baitos vuelve a recuperar la conciencia, se levanta y se da cuenta que todos se han ido, que nadie circula en la zona de los ajusticiados. Pero pronto se da cuenta que hay alguien que se interpone entre él y los cuerpos que saciarán su hambre: el genovés Bernardo Centurión, que dándole la espalda muestra su arrogancia a través de su capa de piel de nutria. Cuánto deseaba que el genovés desapareciera de inmediato, pues la tortura del hambre lo tiene al borde de la locura. Pero se pregunta por qué no desaparecer para siempre a ese desagradable genovés, que estaba a su alcance y con su filoso cuchico sería presa fácil y nadie sabría quien sreía el autor del hecho.
Situación final
El ballestero se abalanza con el cuchillo entre las dos mano sobre el genovés y le atraviesa el corazón rodando junto con el cuerpo el cual lo acuchilla hasta tres veces. Buscando bajo el manto, posesionado por la locura, toma el brazo y lo cercena con su cortante arma y comienza a morder y comer el miembro de la víctima. Más podia el hambre que la razón y la cordura. A la distancia, sorpresivamente ve en el pasto, arrecostado a la cerca del fortín, el cadaver del funcionario italiano, quien había sido atravesado en medio de las cejas por una flecha de los indígenas sitiadores. Del brazo que lo alimentaba el ballestero tropieza con la mano y le llama la atención la sortija que pendía del miembro: era el anillo de plata con la cruz entallada de su hermano, cuya identidad pudo validar al revisar el rostro del cadaver. Francisco había usado la capa del genovés, a quien se la había quitado, para resguardarse del gran frío nocturno.
La locura se apoderó del ballestero que con gritos espeluznantes escapó como si la muerte lo siguiera, saltando las cercas del fortín y corriendo colina abajo hacia el asentamiento de los indios.
marnere05:
graciasss te amoooo
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