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El vasallo se colocaba de rodillas, con las manos en posición orante entre las de su futuro señor (inmixtio manum) y le declaraba su voluntad de ser vasallo. El vasallo decía:
Señor me hago hombre vuestro.
Y el señor le respondía:
Os recibo y tomo por hombre.
Luego el vasallo juraba fidelidad al señor, de pie y con la mano sobre los libros sagrados. Así, además de prometerle fidelidad, le ofrecía ayuda militar y consejo en el gobierno:
Yo, te seré fiel a ti, con fe recta, sin males artes, como un hombre debe serlo para con su señor, sin engaños a sabiendas.
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