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Respuesta:1. Aproximándose la celebración anual de la Jornada mundial de Oración por las Vocaciones, que tendrá lugar en la Iglesia universal, como de costumbre, el IV Domingo de Pascua, me complace recurrir, junto con vosotros, a aquella reconfortante promesa de Jesús: "Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 19-20).
El próximo domingo 6 de mayo se encontrará toda la Iglesia reunida en el nombre del Señor para implorar al "Dueño de la mies" el don de las vocaciones de especial consagración; sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, laicos, comunidades parroquiales, grupos, asociaciones y movimientos, todos juntos, elevarán súplicas al Padre celestial para que enriquezca a la Iglesia con nuevas vocaciones.
Confío en que esta coral imploración será ampliamente escuchada. No puedo, sin embargo, dejar de recordar que a la oración debe acompañar el compromiso personal y comunitario de hacerse promotores de vocaciones. En efecto, no debe olvidarse que ordinariamente la llamada del Señor se hace sentir a través del ejemplo y la acción de los hombres, especialmente de cuantos en la Iglesia viven ya la gozosa experiencia del seguimiento de Cristo.
Precisamente en virtud de este compromiso y también en vista del próximo Sínodo de los Obispos, que tendrá como tema "La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales", deseo llamar la atención de todo el pueblo de Dios, especialmente de los que en medio de él tienen responsabilidades educativas y formativas, sobre la importancia que adquiere el cuidado de la vida espiritual en el nacimiento y consolidación de las vocaciones.
En efecto, no puede haber ningún género de maduración vocacional si no es dentro de un camino espiritual decidido y vigoroso, pues sólo una vida espiritual auténtica constituye el "terreno bueno" (Mt 13, 23) que permite a la "semilla" de la vocación ser acogida y crecer hasta su plena expansión.
2. La vocación fundamental del hombre consiste en alcanzar la plena comunión con Dios. El hombre ha sido creado "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1, 26-27; Sb 2, 23; Si 17, 3; 1 Co 11, 7) y está llamado, en Cristo, a realizar progresivamente una relación de íntima unión y de amor filial con su Creador.
Para realizar dicha vocación, se ha dado al hombre participación en la vida divina, la cual, también gracias a su empeño personal, crece en él, operando aquel proceso de santificación que lo transforma en "creatura nueva" (2 Co 5, 17; Ga 6, 15), haciéndolo cada vez más capaz de acoger y conocer los secretos de Dios (cf. 1 Co 2, 9-14; 6, 17; Rm 8, 14-16; Ga 4, 6) y de adherir plenamente a su proyecto de amor.
El lugar donde esta vida germina y, bajo la acción del Espíritu Santo, gradualmente crece y madura, es la Iglesia, de la cual el cristiano pasa a ser miembro por el bautismo.
3. Las vocaciones de especial consagración son una explicitación de la vocación bautismal: ellas se alimentan, crecen y se robustecen mediante un serio y constante cuidado de la vida divina recibida en el bautismo y, usando de todos los medios que favorecen el pleno desarrollo de la vida interior, conducen a opciones de vida enteramente dedicadas a la gloria de Dios y al servicio de los hermanos. Dichos medios son:
— la audición de la Palabra de Dios, que ilumina también las opciones que hay que adoptar para un seguimiento de Cristo cada vez más radical;
— la participación activa en los sacramentos, sobre todo, en la Eucaristía, que es el centro insustituible de la vida espiritual, fuente y alimento de todas las vocaciones;
— el sacramento de la penitencia, que, favoreciendo la continua conversión del corazón, purifica el camino de adhesión personal al proyecto de Dios y refuerza el vínculo de unión con Cristo;
— la oración personal, que concede el vivir constantemente en la presencia de Dios, y la oración litúrgica, que incorpora a todo bautizado en la oración pública de la Iglesia;
— la dirección espiritual, como medio eficaz para discernir la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento es fuente de maduración espiritual;
— el amor filial a la Virgen Santa, que se integra como un aspecto particularmente significativo en el crecimiento espiritual y vocacional de todo cristiano;
— por último, el empeño ascético, pues las opciones vocacionales a menudo exigen renuncias y sacrificios que sólo una sana y equilibrada pedagogía ascética puede favorecer.
Explicación:corona plis
Respuesta:
Respuesta:1. Aproximándose la celebración anual de la Jornada mundial de Oración por las Vocaciones, que tendrá lugar en la Iglesia universal, como de costumbre, el IV Domingo de Pascua, me complace recurrir, junto con vosotros, a aquella reconfortante promesa de Jesús: "Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 19-20).
El próximo domingo 6 de mayo se encontrará toda la Iglesia reunida en el nombre del Señor para implorar al "Dueño de la mies" el don de las vocaciones de especial consagración; sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, laicos, comunidades parroquiales, grupos, asociaciones y movimientos, todos juntos, elevarán súplicas al Padre celestial para que enriquezca a la Iglesia con nuevas vocaciones.
Confío en que esta coral imploración será ampliamente escuchada. No puedo, sin embargo, dejar de recordar que a la oración debe acompañar el compromiso personal y comunitario de hacerse promotores de vocaciones. En efecto, no debe olvidarse que ordinariamente la llamada del Señor se hace sentir a través del ejemplo y la acción de los hombres, especialmente de cuantos en la Iglesia viven ya la gozosa experiencia del seguimiento de Cristo.
Precisamente en virtud de este compromiso y también en vista del próximo Sínodo de los Obispos, que tendrá como tema "La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales", deseo llamar la atención de todo el pueblo de Dios, especialmente de los que en medio de él tienen responsabilidades educativas y formativas, sobre la importancia que adquiere el cuidado de la vida espiritual en el nacimiento y consolidación de las vocaciones.
En efecto, no puede haber ningún género de maduración vocacional si no es dentro de un camino espiritual decidido y vigoroso, pues sólo una vida espiritual auténtica constituye el "terreno bueno" (Mt 13, 23) que permite a la "semilla" de la vocación ser acogida y crecer hasta su plena expansión.
2. La vocación fundamental del hombre consiste en alcanzar la plena comunión con Dios. El hombre ha sido creado "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1, 26-27; Sb 2, 23; Si 17, 3; 1 Co 11, 7) y está llamado, en Cristo, a realizar progresivamente una relación de íntima unión y de amor filial con su Creador.
Para realizar dicha vocación, se ha dado al hombre participación en la vida divina, la cual, también gracias a su empeño personal, crece en él, operando aquel proceso de santificación que lo transforma en "creatura nueva" (2 Co 5, 17; Ga 6, 15), haciéndolo cada vez más capaz de acoger y conocer los secretos de Dios (cf. 1 Co 2, 9-14; 6, 17; Rm 8, 14-16; Ga 4, 6) y de adherir plenamente a su proyecto de amor.
El lugar donde esta vida germina y, bajo la acción del Espíritu Santo, gradualmente crece y madura, es la Iglesia, de la cual el cristiano pasa a ser miembro por el bautismo.
3. Las vocaciones de especial consagración son una explicitación de la vocación bautismal: ellas se alimentan, crecen y se robustecen mediante un serio y constante cuidado de la vida divina recibida en el bautismo y, usando de todos los medios que favorecen el pleno desarrollo de la vida interior, conducen a opciones de vida enteramente dedicadas a la gloria de Dios y al servicio de los hermanos. Dichos medios son:
— la audición de la Palabra de Dios, que ilumina también las opciones que hay que adoptar para un seguimiento de Cristo cada vez más radical;
— la participación activa en los sacramentos, sobre todo, en la Eucaristía, que es el centro insustituible de la vida espiritual, fuente y alimento de todas las vocaciones;
— el sacramento de la penitencia, que, favoreciendo la continua conversión del corazón, purifica el camino de adhesión personal al proyecto de Dios y refuerza el vínculo de unión con Cristo;
— la oración personal, que concede el vivir constantemente en la presencia de Dios, y la oración litúrgica, que incorpora a todo bautizado en la oración pública de la Iglesia;
— la dirección espiritual, como medio eficaz para discernir la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento es fuente de maduración espiritual;
— el amor filial a la Virgen Santa, que se integra como un aspecto particularmente significativo en el crecimiento espiritual y vocacional de todo cristiano;
— por último, el empeño ascético, pues las opciones vocacionales a menudo exigen renuncias y sacrificios que sólo una sana y equilibrada pedagogía ascética puede favorecer.
Explicación:
corona plis y corazon