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En religión, ocultismo y folclore, un demonio (del griego δαίμων daimôn,[1] que se pronuncia démon [ai = e]) es un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano y que usualmente resulta malévolo. Sin embargo, la palabra griega original δαίμων es neutral y no contiene una connotación necesariamente negativa en sus inicios para los antiguos griegos. Esto sucedió por la aplicación de la koiné (en el helenístico y en el Nuevo Testamento en griego) del término daimonion (δαιμόνιον)[2] y más tarde se atribuyó ese sentido maléfico a cualquier palabra afín que compartiera la raíz, cuando originalmente fue previsto para denotar simplemente a un "espíritu" o un "ser espiritual". También se dice que puede referirse a personas con un conocimiento elevado como los filósofos.
La tentación de San Antonio (c. 1475)de Martin Schongauer (1448-1491).
En las religiones del oriente cercano, así como en las derivadas de las tradiciones Abrahámicas, incluyendo la demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un "espíritu impuro", el cual puede causar una posesión demoníaca y puede ser expulsado por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente y la magia renacentista (una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y tradición cristiana[3]), un demonio es una entidad espiritual que puede ser conjurada y controlada. En la literatura muchos de los demonios fueron ángeles caídos.
Como con frecuencia se representa como una fuerza que puede ser conjurada y controlada, se pueden encontrar referencias a "buenos demonios" en Hesíodo y Shakespeare. En la actualidad, el buen demonio es generalmente un dispositivo literario (por ejemplo, el demonio de Maxwell).
En el lenguaje común, para desacreditar a una persona se la «demoniza» (o «sataniza»).
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