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El autoconsumo eléctrico se produce cuando personas o empresas consumen la energía proveniente de instalaciones de producción próximas a las de consumo y asociadas a las mismas —por ejemplo, paneles fotovoltaicos o generadores mini eólicos—. Además de ayudar a frenar el cambio climático al utilizar energías renovables y de las ya apuntadas, esta modalidad de consumo tiene otras ventajas tanto para los consumidores como para la sociedad.
El autoconsumo eléctrico se puede definir como la producción de energía eléctrica a través de paneles solares u otros dispositivos para satisfacer la necesidad de energía de una familia. Se puede hablar de dos tipos de autoconsumo eléctrico:
El que se conecta a la red. En este caso la vivienda obtiene parte de la energía eléctrica de forma autónoma, a través de paneles solares u otros dispositivos, y, otra parte, mediante la red de distribución.
El que no se conecta a la red. En este supuesto la vivienda se autoabastece totalmente desde un punto de vista eléctrico. La ventaja de la desconexión es evidente, puesto que no se paga la factura de la electricidad ni ningún importe a las compañías distribuidoras.
La desventaja es el alto coste que requiere la instalación de los paneles y las baterías necesarias. No obstante, el coste de la instalación se amortiza a lo largo del tiempo, con el ahorro que supone el no estar conectado a la red.