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Si durante el reinado de Fernando VII las reformas políticas aprobadas en las Cortes de Cádiz no acabaron de imponerse del todo, mucho menos lo hicieron las reformas sociales destinadas a establecer en España un nuevo orden basado en la igualdad teórica de los ciudadanos y en la abolición de los tradicionales privilegios de una minoría. Así pues, el primer tercio del siglo XIX no es, desde el punto de vista de la organización de la sociedad, más que una prolongación del Antiguo Régimen, pues sólo en la conciencia de algunos de los reformistas de la época y en unas leyes que apenas pudieron aplicarse existió aquella sociedad igualitaria. Habría que esperar todavía bastante para que el nuevo orden social pasase a formar parte de la realidad española. Por esa razón, en todos los recuentos y estimaciones de la sociedad española de este periodo, tanto desde el punto de vista cualitativo como desde el punto de vista cuantitativo, aparecen los estamentos característicos del Antiguo Régimen. No obstante, en cada uno de ellos pueden apreciarse los efectos de la nueva situación creada por la guerra y por las leyes aprobadas por los liberales en Cádiz y durante el Trienio. Esas transformaciones nos permiten considerar también a esta sociedad como una sociedad en transición hacia unas nuevas formas y, en muchos aspectos, hacia una nueva mentalidad.