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Los reinos germánicos, reinos romano-germánicos o monarquías germánicas fueron los Estados que establecieron, a partir del siglo V en el antiguo territorio del Imperio Romano de Occidente, los pueblos germánicos procedentes de la Europa del Norte y del Este. Se encontraban en un estado de desarrollo económico, social y cultural inferior al del Imperio Romano, que percibían admirativamente. Sus instituciones políticas peculiares, en concreto la asamblea de guerreros libres (thing) y la figura del rey (en protogermánico kuningaz, que da en anglo-sajón cyning, en inglés king, en alemán König y en las lenguas nórdicas kung o konge), recibieron la influencia de las tradiciones institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, y se fueron adaptando a las circunstancias de su asentamiento en los nuevos territorios, sobre todo a la alternativa entre imponerse como minoría dirigente sobre una mayoría de población local o fusionarse con ella.
Los nuevos reinos germánicos conformaron la personalidad de la Europa Occidental durante la Edad Media, evolucionaron en monarquías feudales y monarquías autoritarias, y con el tiempo, dieron origen a los Estados-nación que se fueron construyendo en torno a ellas. Socialmente, en algunos de estos reinos (España o Francia), el origen germánico (godo o franco) pasó a ser un rasgo de honor u orgullo de casta ostentado por la nobleza como distinción sobre el conjunto de la población.
Situación de los reinos germánicos hacia el año 526. El reino suevo de Braga en el noroeste de Hispania, el reino de los francos que ha desplazado a los visigodos al sur, convertido en Reino visigodo de Toledo, pero aún no ha absorbido a los burgundios; mientras que el reino de los ostrogodos y el reino de los vándalos todavía no han desaparecido por la expansión del Imperio bizantino de Justiniano I. En Gran Bretaña los anglos y sajones han desplazado a los britanos al oeste, y aún no se ha producido la llegada de los daneses.
Su religión era cristiana.
Índice
1 Los distintos reinos
1.1 Los godos
1.1.1 El reino visigodo
1.1.2 El reino ostrogodo
1.2 Los lombardos
1.3 Otros reinos germánicos de la península ibérica
1.3.1 El reino suevo de Braga
1.3.2 Vándalos
1.3.3 Alanos
1.4 Inglaterra anglosajona
1.5 Francia en época merovingia
2 Bárbaros
3 Las transformaciones en el mundo romano
4 Las instituciones
4.1 La cristiandad latina y los bárbaros
5 Referencias
Los distintos reinos
Las invasiones bárbaras desde el siglo III habían demostrado la permeabilidad del limes romano en Europa, fijado en el Rin y el Danubio. La división del Imperio en Oriente y Occidente, y la mayor fortaleza del imperio oriental o bizantino, determinó que fuera únicamente en la mitad occidental donde se produjo el asentamiento de estos pueblos y su institucionalización política como reinos.
Fueron los visigodos, primero como Reino de Tolosa y luego como Reino de Toledo, los primeros en efectuar esa institucionalización, valiéndose de su condición de federados, con la obtención de un foedus con el Imperio, que les encargó la pacificación de las provincias de Galia e Hispania, cuyo control estaba perdido en la práctica tras las invasiones de 410 por suevos, vándalos y alanos. De estos, sólo los suevos lograron el asentamiento definitivo en una zona: el Reino de Braga, mientras que los vándalos se establecieron en el norte de África y las islas del Mediterráneo Occidental, pero fueron al siglo siguiente eliminados por los bizantinos durante la gran expansión territorial de Justiniano I, con las campañas de los generales Belisario, de 533 a 544, y Narsés, hasta 554. Simultáneamente, los ostrogodos consiguieron instalarse en Italia expulsando a los hérulos, que habían expulsado a su vez de Roma al último emperador de Occidente. El Reino Ostrogodo desapareció también frente a la presión bizantina de Justiniano I.
Un segundo grupo de pueblos germánicos se instala en Europa Occidental en el siglo VI, entre los que destaca el Reino franco de Clodoveo I y sus sucesores merovingios, que desplaza a los visigodos de las Galias, forzándolos a trasladar su capital de Tolosa a Toledo. También derrotaron a burgundios y alamanes, absorbiendo sus reinos. Algo más tarde los lombardos se establecen en Italia en 568-569, pero serán derrotados a finales del siglo VIII por los mismos francos, que reinstaurarán el Imperio con Carlomagno en el año 800.
En Gran Bretaña se asentarán los anglos, sajones y jutos (véase Invasión anglosajona de Gran Bretaña) que crearán una serie de reinos rivales, unificados finalmente por los daneses (un pueblo nórdico) en lo que terminará por ser el reino de Inglaterra.
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