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Durante 1542 fueron promulgadas las Leyes Nuevas, las cuales impedían a los conquistadores españoles heredar sus encomiendas, por tal motivo su medio hermano se manifestó en contra de las mismas siendo líder de una protesta; episodio que es conocido en la historia como la Conspiración de Martín Cortés.5
Muy pronto el factor de la Real Hacienda denunció los hechos al virrey como un desacato directo a Felipe II, los conspiradores fueron detenidos. Entre ellos se encontraban los tres hijos de Hernán Cortés (el marqués, el Mestizo y Luis), el deán Juan Chico de Molina y los hermanos Alonso y Gil González de Ávila, estos últimos fueron sentenciados a muerte. Los hermanos Ávila fueron conducidos al patíbulo levantado en la plaza mayor frente al Ayuntamiento de la Ciudad de México, y a la luz de antorchas fueron degollados en presencia de todos los vecinos. Pocos días después llegó a México el virrey Gastón de Peralta quien intervino por el heredero del marquesado del Valle de Oaxaca y pudo remitirlo a España.6
Los oidores querían más patíbulos y la actitud del virrey los desanimó, por lo tanto enviaron directamente sus quejas al rey Felipe II de España. Los representantes alarmaron al rey acusando falsamente al virrey de ser responsable de la sublevación. Felipe II envió realizar una visita extraordinaria y nombró como visitadores a los licenciados Jaraba, Muñoz y Carrillo. Jaraba murió en la travesía, Carrillo se subordinó al licenciado Alonso Muñoz, quien ejerció una dictadura judicial que duró seis meses. El virrey fue destituido, enjuiciado por deslealtad y remitido a España.7
Las acciones de Muñoz desembocaron en el encarcelamiento de varias personas notables a quienes se les secuestraron sus bienes, fueron tantos que las cárceles no se daban abasto. Se construyeron nuevos calabozos, a los cuales se les conoció por mucho tiempo como los calabozos de Muñoz. Fueron sentenciados Gómez de Victoria y Cristóbal de Oñate "el Joven" a morir ahorcados, los hermanos Pedro y Baltasar Quesada fueron decapitados. Antes de la ejecución, se les paseó por las calles en bestia de albarda acompañados de un pregonero que gritaba "Esta es la justicia que manda Su Majestad: quien tal traición hace que tal pague". Tras la ejecución los cuerpos de las víctimas fueron descuartizados y sus bienes confiscados.7
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