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Sebastián Borensztein con su tercer largometraje, Un cuento chino, nos obsequia una fábula. Aquí, una vaca, que como bien sabemos es una especie que no está dotada para el vuelo, cae estrepitosamente del cielo para cegar la diminuta vida humana que con sus embarcaciones se aventura en el agua. El desafío de ambos seres a su naturaleza, parece una lección para abrir y cerrar el relato. Pero se suma otro factor, el azar, que juega sus dados para asombrarnos con un acierto inesperado, pero contundente, ya que antes podemos esperar que nos parta un rayo, pero nunca una vaca voladora. Un suceso inverosímil como el de toda fábula, real como todo lo absurdo de la vida misma. Sin embargo, lo ilógico no tiene razón alguna para salir de la coherente pluma del fabulador, que hilvana cuidadosamente cada acontecimiento. Pero en nuestro mundo globalizado todos los días leemos la prensa, en papel o en Internet, vemos un noticiero televisivo o escuchamos los últimos avances de radio, y en cualquier lugar, los sucesos de la realidad siempre superan a la ficción. Siendo el desafío y el azar nuestras constantes cotidianas de actualidad.
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