¿ una obra de teatro se divide en?
una acotación sirve para señalar?
cuales son las partes del cuento?
por favor ayuda , es para ya horita , doy Corona sigo y doy corazón y estrellas por favor ayuda
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¿Cuáles son las partes de una obra de teatro? ¡Te lo explicamos!
Teatros Canal
Escrito en Artículos, En profundidad
Fecha publicación
22 de agosto de 2017

Tu sueño es escribir obras de teatro y unirte a los jóvenes dramaturgos contemporáneos, como Pablo Remón o Pablo Gisbert…, ¿pero no sabes por dónde empezar? Como siempre, por el principio. Es decir, por identificar cuáles son las partes de una obra de teatro.
La tarea parece fácil, pero la realidad es que depende mucho del punto de vista que se tome. Vamos a intentar resumirlos todos.
Partes de una obra de teatro según los elementos estructurales
Esta es posiblemente la clasificación más sencilla. Según los elementos estructurales dramáticos, una obra de teatro tiene dos partes: los diálogos y las acotaciones.
Diálogos
La primera parte se refiere, claro está, a aquello que dicen los personajes… o a lo que no dicen: Samuel Beckett, por ejemplo, llenaba los diálogos de sus personajes de repeticiones y naderías. Sin embargo, tenían una gran profundidad al contraponerlos precisamente con aquello que callaban. Anton Chéjov, también era un gran defensor del subtexto (lo que el personaje no dice, pero el público intuye que está pensando).
Estos diálogos pueden ser entre varios interlocutores (coloquio); puede ser una apelación directa al público; un aparte (que en teoría solo oye el público); un monólogo (que consiste en un diálogo sin respuesta, aunque va dirigido a un personaje concreto); o puede no tener interlocutor. Este sería el caso de los soliloquios, donde el personaje dialoga consigo mismo. El más famoso de los soliloquios españoles es el de Segismundo en La vida es sueño.
Acotaciones
Las acotaciones (o didascalias) son las notas que el autor escribe para expresar cómo quiere que sea la obra. Pueden ser referidas a cómo debe interpretar un actor cierta frase (acotaciones personales); a cómo es un personaje (acotaciones nominativas), a cómo es el lugar y la escenografía (acotaciones espaciales), y un largo etcétera. Incluso hay autores que dan notas a los productores, aunque tengan que disculparse por adelantado. Esa fue la elección de Arnold Wesker cuando presentó La Cocina:

“Las largas explicaciones que me veo obligado a hacer pueden ser molestas. Lo siento, pero son necesarias. Esta es una obra sobre una gran cocina en un restaurante llamado Tívoli. Todas las cocinas, especialmente durante los servicios, se convierten en una locura (…). El mundo puede haber sido un escenario para Shakespeare, pero para mí, es una cocina. Donde la gente viene y va y no puede permanecer el tiempo suficiente para entenderse; y donde las amistades, los amores y las enemistades se olvidan tan pronto como se forjan».
Caben destacar también las acotaciones de Valle Inclán, de una prosa tan estética que casi hacían imposible su traslado a un escenario:
“Paseo con jardines. El cielo raso y remoto. La luna lunera. Patrullas de caballería. Silencioso y luminoso, rueda un auto. En la sombra clandestina de los ramajes, merodean mozuelas pingonas y viejas pintadas como caretas (…). El perfume primaveral de las lilas embalsama la humedad de la noche”.
Partes de una obra de teatro según su distribución
La manera en que esté ordenado el texto dramático nos da otro patrón. Para establecer las partes de una obra de teatro podemos dividir el texto en actos, cuadros o escenas.
Cuando las partes de una obra de teatro se miden por sus actos, suelen ser tres o cinco. Esta es la manera más habitual, y la que se viene usando desde el teatro griego. Aristóteles, en su Poética, establecía que la medida ideal de un drama eran los tres actos: uno para la introducción, otro para el desarrollo, y otro para la conclusión.
En el siglo XVI, sin embargo, las obras se estructuraban en cinco actos, hasta que Lope de Vega, en El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, volvió a los tres actos aristotélicos, aunque eso le supusiera la crítica de sus contemporáneos: Cervantes, en la primera parte del Quijote, le recriminó que no guardara las normas tradicionales y que hubiera convertido sus comedias en “mercadería vendible” para satisfacer los gustos del público.