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Francesco Petrarca (Arezzo, 20 de julio de 1304-Arquà Petrarca, Padua, 19 de julio de 1374).Hijo del notario Pietro (Petracco) di Ser Parenzo, pasó su infancia en el pueblo de Incisa in Val d'Arno, cercano a Florencia, pues su padre había sido desterrado de Florencia por los güelfos negros en 1302 a causa de sus relaciones políticas con Dante, que era güelfo blanco. El notario y su familia marcharon luego a Pisa y a Marsella. Los exiliados llegaron a Aviñón en 1312 y Francesco se instaló en Carpentras donde aprendió humanidades con el profesor toscano Convenevole da Prato. Pasó toda su juventud en la Provenza, asimilando la lírica trovadoresca, y empezó a estudiar Derecho en Montpellier a comienzos del otoño de 1316; allí conoció a varios miembros de la familia Colonna, y luego pasó a la Universidad de Bolonia; ya entonces manifestó un gran amor por la literatura latina clásica, en especial por Cicerón; pero su padre, enemigo de esas lecturas, que veía poco provechosas, arrojó esos libros al fuego en 1320; la leyenda cuenta que la desesperación de Petrarca fue tal que tuvo que sacar lo que quedaba de ellos de la chimenea.
Tras la muerte de su padre regresó a Provenza e hizo los votos eclesiásticos menores. El 6 de abril de 1327, viernes santo, vio por primera vez a Laura, la mujer que idealizaría en sus poemas, en Aviñón. Poco se sabe de ella, aunque es muy posible que fuese la dama Laure de Noves, casada con un antepasado del marqués de Sade y, por tanto, llamada tras su matrimonio Laure de Sade (1310-1348). Por ella sintió una pasión pura y constante, como la que Dante Alighieri había sentido por Beatrice Portinari, la Bice de La Divina Comedia. Vivió entre 1337 y 1353 en Vaucluse o Fontaine de Vaucluse, un lugar con la fuente más caudalosa de Francia, en las cercanías de Aviñón. Tuvo dos hijos, Giovanni y Francesca, (en 1337 y 1343), sin poder asegurarse si fueron fruto de una o dos relaciones. Nunca los referenció en sus obras directamente, teniéndose constancia de que el varón, que murió joven, le dio disgustos a diferencia de su hija quien le proporcionó la alegría de varios nietos. Petrarca terminó sus días en Arquà; según afirma la tradición, lo encontraron muerto sobre un libro que estudiaba.
El 26 de abril de 1336 Petrarca, junto a su hermano y otros dos compañeros, escaló el monte Ventoso de los Alpes de 1909 metros y más tarde escribió una memoria del viaje en forma de carta a su amigo Francesco Dionigi. Como en ese tiempo no era usual escalar montañas sin fin práctico alguno, se considera ese día la fecha de nacimiento del alpinismo como deporte y a Petrarca como uno de los precursores del mismo.
Su vida transcurrió al servicio de la Iglesia y de la poderosa familia Colonna. Poseído por una pasión de bibliófilo, de la que da cuenta el capítulo consagrado a la bibliomanía de su De remediis, viajó constantemente por Europa (Francia, Italia, Países Bajos, España, Inglaterra) buscando códices de autores clásicos, y se convirtió en poeta laureado por el Senado de Roma por su poema latino en hexámetros Africa.
El encuentro con Giovanni Boccaccio en Florencia fue decisivo para sus ideas humanistas y junto a éste se constituyó en figura principal del movimiento que intentó rescatar la cultura clásica de los siglos oscuros en el primer Renacimiento italiano; intentó armonizar el legado grecolatino con las ideas del Cristianismo. Por otro lado, Petrarca predicó la unión de toda Italia para recuperar la grandeza que había tenido en la época del Imperio romano. Vittore Branca escribió sobre él que
Se presenta como una especie de Jano que mira a la vez hacia el pasado y el porvenir, la antigüedad y la cristiandad, la frivolidad y el recogimiento, el lirismo y la erudición, el interior y el exterior [...] Ocupa en la historia de la poesía y de la cultura de Europa cristiana y moderna un lugar excepcional: jamás, quizá, un escritor haya tenido una influencia tan decisiva ni tan prolongada.
Como filólogo en el curso de sus viajes pudo rescatar del olvido a algunos autores clásicos. En Lieja descubrió el discurso Pro Archia poeta de Cicerón y en Verona, Ad Atticum, Ad Quintum y Ad Brutum de este mismo. Una estancia en París le permitió encontrar las elegías de Propercio y en 1350 la revelación de Quintiliano marcó, a decir del poeta, su renuncia definitiva a los placeres de los sentidos. Petrarca fue el gran redescubridor de Vitruvio y tras la difusión por el florentino de la obra de este autor clásico, podemos afirmar que decir Vitruvio es decir todas las bases de la arquitectura Renacentista.
Tras la muerte de su padre regresó a Provenza e hizo los votos eclesiásticos menores. El 6 de abril de 1327, viernes santo, vio por primera vez a Laura, la mujer que idealizaría en sus poemas, en Aviñón. Poco se sabe de ella, aunque es muy posible que fuese la dama Laure de Noves, casada con un antepasado del marqués de Sade y, por tanto, llamada tras su matrimonio Laure de Sade (1310-1348). Por ella sintió una pasión pura y constante, como la que Dante Alighieri había sentido por Beatrice Portinari, la Bice de La Divina Comedia. Vivió entre 1337 y 1353 en Vaucluse o Fontaine de Vaucluse, un lugar con la fuente más caudalosa de Francia, en las cercanías de Aviñón. Tuvo dos hijos, Giovanni y Francesca, (en 1337 y 1343), sin poder asegurarse si fueron fruto de una o dos relaciones. Nunca los referenció en sus obras directamente, teniéndose constancia de que el varón, que murió joven, le dio disgustos a diferencia de su hija quien le proporcionó la alegría de varios nietos. Petrarca terminó sus días en Arquà; según afirma la tradición, lo encontraron muerto sobre un libro que estudiaba.
El 26 de abril de 1336 Petrarca, junto a su hermano y otros dos compañeros, escaló el monte Ventoso de los Alpes de 1909 metros y más tarde escribió una memoria del viaje en forma de carta a su amigo Francesco Dionigi. Como en ese tiempo no era usual escalar montañas sin fin práctico alguno, se considera ese día la fecha de nacimiento del alpinismo como deporte y a Petrarca como uno de los precursores del mismo.
Su vida transcurrió al servicio de la Iglesia y de la poderosa familia Colonna. Poseído por una pasión de bibliófilo, de la que da cuenta el capítulo consagrado a la bibliomanía de su De remediis, viajó constantemente por Europa (Francia, Italia, Países Bajos, España, Inglaterra) buscando códices de autores clásicos, y se convirtió en poeta laureado por el Senado de Roma por su poema latino en hexámetros Africa.
El encuentro con Giovanni Boccaccio en Florencia fue decisivo para sus ideas humanistas y junto a éste se constituyó en figura principal del movimiento que intentó rescatar la cultura clásica de los siglos oscuros en el primer Renacimiento italiano; intentó armonizar el legado grecolatino con las ideas del Cristianismo. Por otro lado, Petrarca predicó la unión de toda Italia para recuperar la grandeza que había tenido en la época del Imperio romano. Vittore Branca escribió sobre él que
Se presenta como una especie de Jano que mira a la vez hacia el pasado y el porvenir, la antigüedad y la cristiandad, la frivolidad y el recogimiento, el lirismo y la erudición, el interior y el exterior [...] Ocupa en la historia de la poesía y de la cultura de Europa cristiana y moderna un lugar excepcional: jamás, quizá, un escritor haya tenido una influencia tan decisiva ni tan prolongada.
Como filólogo en el curso de sus viajes pudo rescatar del olvido a algunos autores clásicos. En Lieja descubrió el discurso Pro Archia poeta de Cicerón y en Verona, Ad Atticum, Ad Quintum y Ad Brutum de este mismo. Una estancia en París le permitió encontrar las elegías de Propercio y en 1350 la revelación de Quintiliano marcó, a decir del poeta, su renuncia definitiva a los placeres de los sentidos. Petrarca fue el gran redescubridor de Vitruvio y tras la difusión por el florentino de la obra de este autor clásico, podemos afirmar que decir Vitruvio es decir todas las bases de la arquitectura Renacentista.
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