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El ser humano elimina el exceso de gases de dos formas: los eructos y la flatulencia.
Básicamente, lo que sucede cuando eructas es que el aire se ve obligado a salir del estómago a través de la garganta y la boca. A veces, esto ocurre tan rápidamente que apenas tenemos tiempo de taparnos la boca educadamente, en cuyo caso, siempre sigue el <<perdón>> de costumbre. Comer o beber demasiado deprisa suele provocar este tipo de eructos no deseados, ya que, además de la comida o la bebida, ingieres una cantidad extra e innecesaria de aire en cada bocado o trago. Entre otros desencadenantes del eructo se incluyen las bebidas carbónicas y beber con una pajita de refresco.
La flatulencia es un poco diferente. En este caso, el gas se expulsa desde el estómago o los intestinos por el extremo opuesto del tracto digestivo. La mayoría de la gente cree que el flatus (gas) está causado por alimentos específicos, pero esto sólo constituye una parte de la historia. Es cierto que algunos alimentos tales como las judías o los productos lácteos pueden hacer que el cuerpo produzca más gases. Sin embargo, tu cuerpo, por sí mismo, produce una cierta cantidad de gas a diario, independientemente de que hayas comido judías en el almuerzo o que te hayas olvidado de tomar una píldora de lactosa antes de tomar un batido de leche. En general, las paredes de los intestinos absorben este gas, pero cuando se ha acumulado demasiado y es imposible absorberlo, el organismo busca otra forma de aliviar la presión.
¿Qué ocurre cuando hay una cantidad excesiva de gas en los intestinos como para ser absorbido y eres incapaz de expulsarlo? No es un panorama demasiado aleccionador. En realidad, resulta bastante doloroso. Inicialmente, te sentirás abotargado. Piensa como te sientes después de una comida muy copiosa o de haber bebido mucha agua. Habitualmente, se expulsan los gases y las cosas vuelven a la normalidad en cuestión de un par de horas. Pero si no pudieras expulsarlos, los intestinos estarían repletos de gas, como un globo hinchado, y si bien es cierto que no explotarías, una buena parte de tu interior sí lo haría. En efecto, las paredes de los intestinos se dilatarían hasta el límite de su capacidad, y al final acabarían perforándose o agrietándose.
Básicamente, lo que sucede cuando eructas es que el aire se ve obligado a salir del estómago a través de la garganta y la boca. A veces, esto ocurre tan rápidamente que apenas tenemos tiempo de taparnos la boca educadamente, en cuyo caso, siempre sigue el <<perdón>> de costumbre. Comer o beber demasiado deprisa suele provocar este tipo de eructos no deseados, ya que, además de la comida o la bebida, ingieres una cantidad extra e innecesaria de aire en cada bocado o trago. Entre otros desencadenantes del eructo se incluyen las bebidas carbónicas y beber con una pajita de refresco.
La flatulencia es un poco diferente. En este caso, el gas se expulsa desde el estómago o los intestinos por el extremo opuesto del tracto digestivo. La mayoría de la gente cree que el flatus (gas) está causado por alimentos específicos, pero esto sólo constituye una parte de la historia. Es cierto que algunos alimentos tales como las judías o los productos lácteos pueden hacer que el cuerpo produzca más gases. Sin embargo, tu cuerpo, por sí mismo, produce una cierta cantidad de gas a diario, independientemente de que hayas comido judías en el almuerzo o que te hayas olvidado de tomar una píldora de lactosa antes de tomar un batido de leche. En general, las paredes de los intestinos absorben este gas, pero cuando se ha acumulado demasiado y es imposible absorberlo, el organismo busca otra forma de aliviar la presión.
¿Qué ocurre cuando hay una cantidad excesiva de gas en los intestinos como para ser absorbido y eres incapaz de expulsarlo? No es un panorama demasiado aleccionador. En realidad, resulta bastante doloroso. Inicialmente, te sentirás abotargado. Piensa como te sientes después de una comida muy copiosa o de haber bebido mucha agua. Habitualmente, se expulsan los gases y las cosas vuelven a la normalidad en cuestión de un par de horas. Pero si no pudieras expulsarlos, los intestinos estarían repletos de gas, como un globo hinchado, y si bien es cierto que no explotarías, una buena parte de tu interior sí lo haría. En efecto, las paredes de los intestinos se dilatarían hasta el límite de su capacidad, y al final acabarían perforándose o agrietándose.
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