Qué papel juega el ser
humano en el universo
la ebolusion​

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Respuesta dada por: manuelajrjf
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La ciencia moderna propone una visión del hombre y el universo mucho más armónica que la de muchas religiones o filosofías. Esta acaba con el mito de que el hombre fue simplemente dejado a su suerte en el mundo, y más bien propone una relación íntima, en su composición y desarrollo, de su existencia y la del universo. “Somos una manera en que el cosmos se conoce a sí mismo”, solía decir el astrónomo estadounidense Carl Sagan. Un recorrido por los últimos descubrimientos de la ciencia nos permite atisbar, siguiendo la posta de Sagan, una respuesta a la pregunta esencial por excelencia: ¿De dónde venimos?

Uno de los principales pecados que hemos cometido a lo largo de los cuatro siglos de desarrollo de la ciencia ha sido creer que esta podría resolver todos los problemas de la humanidad a través únicamente de desarrollo tecnológico. A lo largo de los años, las reflexiones acerca de la naturaleza del hombre y de su lugar en el universo han quedado confinadas a círculos intelectuales reducidos, mientras que la tecnología, también producto de esas investigaciones, sí ganó un lugar preponderante en la sociedad.

El hombre moderno apuesta por la innovación tecnológica, pero es incapaz de advertir que en ella no radican las respuestas a sus frustraciones más esenciales: la tecnología, por sí misma, nunca será capaz de saciarnos. Nuestras necesidades biológicas, sí; las sociales, tal vez. Pero el ser humano es mucho más que un animal que lucha por sobrevivir: el hombre es, por naturaleza, un ser que busca no solo adaptar su entorno a él, sino también conocer su mundo interior.

Nuestra imposibilidad por responder a ciertas preguntas fundamentales nos ha llevado a percibir lo sobrenatural como una fuente poderosa de desarrollo espiritual. Gran parte de las religiones y doctrinas filosóficas son intentos por configurar la vida material como un medio para acceder a un plano elevado. Estas ideologías han logrado satisfacer espiritualmente a millones de personas y probablemente lo seguirán haciendo durante miles de años debido a la dificultad que existe en debatir acerca de aquello que, por definición, se encuentra fuera de la experiencia. En cualquier caso, nunca ha sido asunto de la ciencia el estudio de lo sobrenatural o del mundo interior del hombre y es tal vez por este motivo que la sociedad moderna suele verla como una construcción intelectual rígida y sin lugar para el desarrollo personal del ser humano.

Se trata, sin embargo, de una idea bastante alejada de la realidad. La física, en su afán por comprender las leyes del mundo natural, poco a poco ha ido revelando la historia del universo y, por extensión, la historia del hombre y de su lugar en este. La historia que ofrece no es una historia de cómo el hombre llegó al universo, sino una historia de cómo el universo llegó a transformarse en el hombre.

El origen de la realidad

La historia del universo inicia hace aproximadamente trece mil ochocientos veinte millones de años, en un fenómeno que hoy conocemos como el Big Bang. Cuando uno escucha la palabra universo, lo primero que nos viene a la mente son objetos brillantes que existen fuera de la Tierra y que hemos visto alguna vez en una imagen o un documental. Pero el universo es mucho más que eso: las luces filtrándose por la ventana en el último momento de la tarde, el apoyo incondicional de una madre a sus hijos y todo cuanto se llegue a vivir y soñar en este mundo lo conforma y debe su existencia a un solo fenómeno que ocurrió hace miles de millones de años. Esta distinción es importante por dos motivos: el primero es que nos permite entender que el origen del universo fue el origen no solo de los astros, sino también del mundo que nos rodea, de cada uno de los detalles de nuestras vidas e incluso de nuestras experiencias más humanas. El segundo motivo, tal vez aún más importante, es que nos hace ser conscientes de que todo, absolutamente todo lo que es parte de nuestras vidas, comparte el mismo origen.

La cosmología moderna nos ha enseñado que el universo comenzó con un tamaño millones de veces más pequeño que el de un átomo y desde entonces no ha detenido su expansión. Eso significa que en algún instante justo después del Big Bang el universo necesariamente estuvo contenido en un volumen no más grande que el de una ciruela: el universo entero cabía en la palma de una mano. Del contenido de ese diminuto volumen eventualmente nacerían no solo el sol y sus planetas, sino incluso aquellas galaxias que se encuentran a miles de millones de kilómetros de nosotros, en algún otro rincón oscuro del espacio. De aquella pequeña esfera también nacería el hombre: todos los seres humanos provenimos de ese diminuto volumen incandescente que existió hace millones de años instantes después del Big Bang.

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