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La familia. El primer Agente de Socialización
La socialización es un proceso por el cual toda persona aprende a interiorizar las normas y los valores del entorno o sociedad donde se desenvuelve. Así, dependiendo de cómo se desarrolle dicho proceso, cada persona tenderá a mostrar una serie de preferencias, costumbres… y por lo tanto, un patrón comportamental y conductual propio.
La forma de interiorizar las normas y valores del entorno va a influir no sólo a nivel comportamental sino también a nivel cognitivo y emocional, lo que finalmente compondrá los elementos básicos sobre los que se desarrollarán ciertos rasgos de personalidad, que caracterizarán al individuo.
Aquellos contextos, grupos, instituciones, etc., que de alguna forma u otra forman parte del proceso de socialización se denominan Agentes de Socialización.
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Los Agentes de Socialización más nombrados por los sociólogos son:
La familia ayuda a propiciar:
Y, ¿cómo la familia, como agente de socialización, proporciona esa influencia?
Los Agentes de Socialización más nombrados por los sociólogos son:
La familia.
La escuela.
La relación con los iguales.
Los medios masivos de comunicación.
Durante la infancia, el principal agente de socialización es la familia, ya que es el contexto donde se desarrollan las primeras relaciones interpersonales y donde tienen lugar las primeras impresiones sobre sí mismo y el mundo que le rodea.
Su importancia radica en que además de ser el primer contexto de interacción, es también el que ejerce su influencia durante más tiempo y durante las etapas evolutivas más cruciales en el desarrollo tanto cognitivo, como socioemocional del menor. Hablamos de la infancia y de las adolescencia, donde los aprendizajes que se creen van a formar parte del repertorio conductual y emocional que se mostrará en el resto de entornos.
Por lo tanto, la familia debe proporcionar el sostén para que el individuo desde su nacimiento, pueda desarrollar sus capacidades cognitivas, emocionales y sociales dentro de un entorno protegido y emocionalmente afectivo.
La familia ayuda a propiciar:
1- Autoestima y sentido del yo (identidad), que influye tanto en el nivel de seguridad que el menor tiene en sí mismo como en los demás.
La autoestima va a depender sobre todo de la calidad de las relaciones interpersonales y de las pautas educativas que se deriven de dichas interacciones.
Un ejemplo claro de interacción y pautas educativas que influye en la autoestima es cuando un niño no puede por sí solo realizar una tarea nueva para ellos y necesita que un adulto le ayude, la calidad de esta interacción, por ejemplo haciéndole creer que sí ti no hubiese sido capaz o haciéndole partícipe bajo tu dirección juega un papel extraordinario en la autoestima infantil.
2- Responsabilidad y compromiso ante las normas y límites que se expongan en el sistema familiar, es decir, pautas educativas que además serán las propias del contexto social en que se encuentre la familia.
No es extraño encontrar pautas educativas diferentes entre un progenitor y otro, lo que no favorece la asimilación de las normas y límites.
Y, ¿cómo la familia, como agente de socialización, proporciona esa influencia?
Se produce a través de dos vertientes fundamentales;
El refuerzo de aquellas conductas que son consideradas por el entorno como positivas, a la vez que se castigan aquellos comportamientos considerados como desajustados, con el fin de que o bien se reduzca su aparición o bien desaparezca.
La imitación de la conducta observada en su entorno. Lo que se conoce en psicología como modelado. Es importante destacar que los padres funcionan como ejemplos de los hijos, y que por tanto, serán siempre, su modelo a imitar. Exigir un tipo de comportamiento que diste mucho del que se emite dentro del contexto familiar, puede llegar a generar algunos desajustes en el correcto desarrollo de las pautas conductuales y/o emocionales del menor.
Al tener un gran poder en el desarrollo de conductas, se debe tener en cuenta:
Todo lo que no se quiera que el menor haga (pegar, insultar, gritar…) tampoco lo puede observar en la conducta de los padres, así como ejemplo, es incongruente gritarle al menor a la vez que se le exige que no grite.
Ser consciente que todos nuestros actos, verbalizaciones, incluso actuaciones son pautas que se transmiten a los hijos mediante el aprendizaje por observación.
Sobre todo, intentar ser un buen modelo de referencia para los hijos, y en el momento de que se comenta un error, tener una actitud constructiva y positiva.
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