• Asignatura: Filosofía
  • Autor: reginagarciaramirez9
  • hace 3 años

sacar las palabras subordinadas del texto "pensar dibujar matar la ciudad orden participación y competitividad en el urbanismo moderno"

Las ciudades han competido desde siempre. Lo novedoso es que hoy lo hagan utilizando conscientemente herramientas del marketing. Las ciudades son preparadas, cosmetizadas y ofrecidas por asesores peritos en las leyes del mercado, quienes las ofrecen de la misma manera en que promocionarían un par de zapatos o un automóvil de última línea. Su objetivo es proyectar una imagen de ciudad dinámica e innovadora, estimulante y creativa, capaz de competir con éxito por la atracción de inversiones productivas y funciones direccionales.
Así, si bien para algunos autores las ciudades compiten de manera distinta que las empresas, para los creadores del urbanismo empresarial esto no es tan así.
Detrás de este accionar hay un supuesto que implica que las ciudades no son sólo la suma de sus componentes tangibles, sino también —y más importante aún— el agregado de su contraparte simbólica e imaginaria. Detrás de cada ciudad material hay clentos de ciudades invisibles, discursivas y escurridizas, un conjunto inarticulado de imágenes e ideas tanto o más complejas que la propia ciudad física. La imagen que una ciudad construyesi€ sí misma es recreada continuamente, y puede ser Pieza fundamental para su óptima inserción al mercado mundial.
Ejemplos de la aplicación consciente y rigurosa de esta herramienta pueden verse en los proyectos de renovación españoles de Barcelona en 1992, que logró cargar simbólicamente al puerto catalán de conceptos atractivos como multiculturalidad y heterogeneidad, y más tarde en el de Bilbao a fines del milenio, que logró que el nombre la ciudad comenzara a significar otras cosas que puerto industrial y terrorismo independentista. Ambos casos han pasado a ser emblemáticos en cuanto estrategias de marketing exitosas que, tal como en cualquier otro mercado, le entregaron un valor agregado al producto ofrecido.
Al menos dos grandes reparos pueden hacérsele a ese enfoque. El primero es que, pese a la importancia que ha adquirido en las últimas décadas el marketing urbano, no deja de ser sólo una construcción cosmética que por sí misma no es capaz de lograr resultados sostenibles a mediano ni a lar
go plazo. Y no sólo a nivel de inversiones, sino que —y más Importante aún— en mejoras reales a la calidad de vida de sus habitantes. Según Van den Berg y Braun (1999), el marketing debe ser parte de un proyecto integral que incluya una organización administrativa, redes estratégicas, liderazgo, visión y estrategia, condiciones espacio-econó micas, soporte político y el apoyo de la comunidad.
En ese sentido, si en Barcelona o en Bilbao los proyectos de marketing fueron exitosos en sus obJetivos fundamentales, pese a todo lo discutibles que hayan podido ser en otras dimensiones, fue porque se encontraban insertos en un plan integral de desarrollo del cual este marketing era sólo una voz; de otra manera habrían sido sólo, parafraseando a Hamlet, a king of shreads and patches, una especie de analgésico de corto alcance que produce alivio momentáneo pero se diluye sin dejar más rastro que un dolor de cabeza.
El segundo punto cuestionable es que el marketing urbano opera comunicando selecciones elaboradas de ciertas piezas de ciudad o de individuos y sus relaciones dentro de ella. Y como toda luz genera sombras, cada vez que algo se pone en el foco se hace a costa de un conjunto de cosas que quedan sin distinguir, como un opaco fondo incuestionado.
La duda natural que surge de esta posición, por tanto, es que si bien en un comienzo eran los países los que competían, y luego más bien las ciudades, quizás ahora habría que cerrar un poco más el foco y reconocer que sólo ciertas piezas de ciudad son las que compiten, en tanto otras no sólo quedan atrasadas sino que, más grave aún, son sistemáticamente excluidas y ocultadas a ojos nacionales y extranjeros. Una confirmación práctica y didáctica de este hecho puede obtenerse al desdoblar el plano turístico de cualquier ciudad. Se comprobará con facilidad que la ciudad real —material— ha sido comprimida y reducida sólo a un par de barrios atractivos al mercado y a los turistas. El resto, simplemente no existe.

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Respuesta dada por: melanirdzhdz
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Marketing urbano

Competitividad

Planificación estratégica

City marketing

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