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El ataque o infarto cerebral es la segunda causa mortal en el mundo y la principal causa de invalidez en Europa. El infarto ocurre cuando el flujo de sangre que va al cerebro se ve alterado y, como consecuencia, una parte del cerebro deja de recibir oxígeno y nutrientes, lo que a menudo provoca manifestaciones severas en otras partes del cuerpo. Dependiendo del tamaño del infarto y donde se produzca, cerca de una tercera parte de las víctimas de un infarto cerebral se recuperan, aunque la mayoría sufre algún tipo de consecuencias permanentes y algunos infartos pueden provocar una discapacidad severa. Pueden las células madre ayudar en el tratamiento de los infartos cerebrales?
Un infarto cerebral ocurre cuando el flujo de sangre al cerebro se ve reducido o completamente impedido. La falta de riego sanguíneo puede ser temporal o permanente y puede tener varias causas:
En un infarto isquémico, se debe a una obstrucción sanguínea que bloquea la circulación de la sangre al cerebro
En un infarto hemorrágico, se debe a una vena sanguínea que explota y se derrama en el cerebro
Para que el cerebro funcione correctamente, todas sus partes necesitan una irrigación sanguínea adecuada. Cuando el flujo sanguíneo se altera u obstruye, los nutrientes vitales y el oxígeno no pueden llegar al cerebro y ésta parte del cerebro se daña o muere. Los efectos en otras partes del cuerpo dependen de qué en qué parte del cerebro se encuentre el daño o de cuánto tiempo se encuentre el cerebro sin flujo sanguíneo. Un infarto sanguíneo puede afectar el movimiento, el habla, lo procesos cognitivos y la memoria. Puede causar la parálisis de una o más partes del cuerpo. Alrededor del 40% de las víctimas de un infarto cerebral sufrirán síntomas permanentes y requerirán de ayuda especializada. Muchos de los efectos adversos en víctimas del infarto cerebral se recuperan, pero sólo un 10% de las víctimas se recuperan completamente.
Cualquier persona de cualquier edad puede sufrir un infarto cerebral, aunque hay factores de riesgo importantes. Por ejemplo, la probabilidad de sufrir un infarto cerebral aumenta con la edad, ciertos grupos étnicos son más propensos a sufrir un infarto y otros casos de infartos en el historial familiar también aumentan la probabilidad de sufrir uno. Algunos factores de riesgo se pueden reducir cambiando en el estilo de vida, como por ejemplo controlando la presión sanguínea con tratamientos adecuados, a través de una dieta sana y equilibrada baja en grasas y sal, dejando de fumar y a través del ejercicio físico.