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Canto 6
Fierro anuncia al principio del canto que ahora viene la parte más sentida de su historia. Retoma sus peripecias en la frontera, aludiendo de nuevo a que los jefes prometían mucho pero cumplían poco. Les dicen a los gauchos que se realizará una expedición a las tolderías de los indios con la intención de atacarlos, y que después de este suceso licenciarán al “gauchaje”. Pero Fierro no se deja engañar: él es un gaucho astuto como un zorro y sabe que no puede esperar nada de estas promesas vanas.
Una noche aprovecha la distracción del jefe y el Juez de Paz y se “hace humo” –se escapa– en un caballo. Libre en el campo, por su conexión especial con la naturaleza, Fierro intuye hacia dónde debe dirigir el rumbo para llegar a sus pagos. Después de tres años de servir en la frontera, arriba a su rancho para hallar solamente la tapera. En estas circunstancias, despojado de todo, “resertor", pobre y desnudo, hace un juramento a modo de venganza: ser “más malo que una fiera”.
Se entera de que su mujer tuvo que vender la hacienda para pagar arrendamientos, que se fue con otro hombre, y que sus hijos, separados de su madre, han sido contratados de peones, aunque ahora no sabe dónde se encuentran. Se entristece por su familia pero no la culpa de nada; sabe que su mujer fue a buscar el pan que él no pudo darle. Teme que sus hijos no tengan donde ampararse y espera que algún alma caritativa se apiade de ellos y los proteja.