Respuestas
Respuesta:La primera: la inquietud de la búsqueda espiritual. Agustín vive una experiencia bastante común hoy: bastante común entre los jóvenes de hoy. Es educado por su madre Mónica en la fe cristiana, aunque no recibe el bautismo, pero creciendo se aleja, no encuentra en ella la respuesta a sus interrogantes, a los deseos de su corazón, y es atraído por otras propuestas. Entra entonces en el grupo de los maniqueos, se dedica con empeño a sus estudios, no renuncia a la diversión despreocupada, a los espectáculos del tiempo, intensas amistades, conoce el amor intenso y emprende una brillante carrera de maestro de retórica que le lleva hasta la corte imperial de Milán. Agustín es un hombre «acreditado», tiene todo, pero en su corazón permanece la inquietud de la búsqueda del sentido profundo de la vida; su corazón no está dormido, diría que no está anestesiado por el éxito, por las cosas, por el poder. Agustín no se encierra en sí mismo, no se acomoda, sigue buscando la verdad, el sentido de la vida, continúa buscando el rostro de Dios. Cierto, comete errores, toma también caminos equivocados, peca, es un pecador; pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de este modo descubre que Dios le esperaba; más aún, que jamás había dejado de buscarle Él primero. Desearía decir a quien se siente indiferente hacia Dios, hacia la fe, a quien está lejos de Dios o le ha abandonado, también a nosotros, con nuestros «alejamientos» y nuestros «abandonos» respecto a Dios, pequeños, tal vez, pero hay muchos en la vida cotidiana: mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad son solamente «palabras»?